martes, 24 de septiembre de 2024

Killing Joke

"Su post punk fronterizo de ademanes industriales, esa nostalgia new wave de poso metálúrgico, y su condescendencia hacia el rock gótico, los catapultaron al reconocimiento alternativo casi en cuanto pusieron un pie en la escena inglesa de finales de los setenta. Reyes de una tinieblas asentadas en las melodías y magos de los avances tecnológicos, en cuanto a sonido y producción, asumieron un papel secundario (pero imprescindible) en un mercado que nunca los alzaría como protagonistas de grandes adulaciones. Tardes de tormentas eléctricas, ciénagas progresivas que derivan en techno, un sólida esencia punk y un amor declarado al metal y la lírica esotérica, en quince álbumes de estudio —el último de 2015, Pylon — y un sinfín de sencillos, que bordan la obra de un grupo tan delirante como inspirador".

Sara Morales, Efe Eme, "Killing Joke, 40 años transformando la materia"

Con todos ustedes, el fascinante mundo de Killing Joke.

Tom Barnes
Killing Joke por Tom Barnes


Escuchar a Killing Joke es escuchar a Faith No More, a Joy Division, a Metallica o a Ministry. Un repaso por el rock gótico y metal industrial de los últimos cuarenta años sobre una paleta de colores muy reconocible para la memoria musical de muchos de nosotros. De hecho, y como vamos a ver en el monográfico de hoy, las profundidades que sondea la banda liderada por el inclasificable Jaz Coleman (chamán del post punk, agitador de masas, profeta del apocalipsis, gurú del ocultismo y la numerología, compositor clásico de sinfonías, director de orquesta o Caballero de las Artes y las Letras de la República francesa, entre otros galones), y su lugar teniente, el recientemente fallecido Kevin "Geordie" Walker (un mago de la guitarra semiacústica capaz de armar el vacío con un tono increible y llenarlo de paisajes sonoros intensos), son casi inabarcables.
Cormac Figgis
Cormac Figgis

Para entender su gestación, hay que situarse en el tiempo y en el espacio. Una Inglaterra fatalista, con una clase obrera sin un futuro lejos del hollín de la fábrica, y dos maestros de ceremonias como Margareth Tacher y Ronald Reagan con el telón de la guerra fría tras ellos. Menos de un año después de la eclosión punk cuyas cabezas más visibles acabarían por ser los Sex Pistols, The Damned, The Clash y compañía, en 1979, del barrio londinense de Notting Hill, saltaba la chispa entre dos criaturas que se encontraron en la cola del paro, y quisieron dar forma a una banda de rock a través de un ritual de magia negra. Aquellos dos iluminados fueron el nombrado, Jaz Coleman, y el batería "Big Paul" Ferguson, quienes convencidos de las bondades del ocultismo y, también, de una vía más convencional como un anuncio en el Melody Maker, consiguieron reclutar a Geordie Walker en las seis cuerdas, y Martin "Youth" Glover al bajo.

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Nuestros muchachos debutaron con un formidable EP Turn to Red (Malicious Damage, 1979) donde se cocían ecos de reggae, junto a una fantástica Are You Receiving? cuyas hechuras acabarían por identificar mucho mejor el estilo de la banda. Ya entonces comenzaron a saltar a escena ataviados con monos obrero (look que mantendrá Coleman a lo largo de sus apariciones con KJ), y airear un discurso apocalíptico sobre el pánico nuclear o la tensión laboral creciente, estrenando un ideario que buscaba definir la belleza de la era atómica en términos de estilo, sonido y forma.

Le siguió una brillante puesta de largo, de nombre homónimo (Killing Joke, Polydor Records, 1980), que arrancaba con el pulso penetrante de Requiem, y que abría camino a una de las lanzas insignias de la banda, Wardance: un preparado de baile, electrónica, guitarreos industriales, ritmos tribales y violencia concentrada, que nos advertía  de lo que la formación tenía preparado para nosotros la ssiguientes décadas. Todo lo recogido en aquel álbum era un puñetazo en la mesa que desorganizaba la baraja musical del momento. The Wait, que los mismísimos Metallica versionearían en sus sesiones garajeras de 1985, se veía arropada por metralla tan pesada como Change, Complications o Bloodsport, en el que hasta podríamos adivinar guitarrazos que luego tomarían forma en el Brit Pop de, por ejemplo, Oasis, en Primitive

Primero conciertos de KJ, fotografía de Michael Grecco


Las aguas electrónicas comenzaron a sentirse en su segundo What's this for...! (Polydor 1981). Continuaban donde lo dejaron, aunque de una forma mucho más plana y con un sonido capitaneado por baterías que lastraban a la banda con ritmos tribales algo monótonos. Destacaríamos Butcher, con un Geordie Walker experimentando con su mejor versión todavía desconocida, Follow the leader o Exit. Mejor les sale su siguiente Revelations (Polydor 1982), más cromático, más divertido y mucho más variado, con un Geordie que le va cogiendo el gusto a eso de los vaivenes de las ondas guitarreras y ganando posiciones a los tambores. A los mandos de la producción se colocó Konrad "Conny" Plank, el Phil Spector del Krautrock, que ayudó a dar a luz temas tan lustrosos como Empire Song, We have Joy o Chop Chop, o la gamberra Land of milk & hoye. Pero si por algo se recuerda este trabajo es por la fuga pre apocalíptica de Jaz Coleman, quien empachado de holocausto nuclear y la figura de Aleister Crowley, salió por patas rumbo a Islandia huyendo de un inminente cataclismo. Consecuencias: Youth dejó la banda que a la vuelta de Coleman, sería reemplazado por Paul Raven

Killing Joke con Paul Raven por David Corio

La llegada de Raven trae consigo Fire Dance (Polydor 1983), producido por la banda, mucho más acertado y completo que los dos anteriores. Gathering o Fun & Games, se ven atrevidas y lucen menos esquizofrenia compositiva que alguno de los cortes de sus hermanos mayores, y se nota que la banda va relajando su obsesión por la percusión "mántrica" y sumando ingredientes a su alquimia, con canciones buenas como Frenzy o Harlequin, muy buenas como Feast of blaste, Lets all go, o inclusiones en el mundo industrial con los ruiditos de tuercas que aparecen en Dominator. Dejando de lado su debut, vuelven a conseguir comulgar todo el cristo compositivo que tienen alrededor. Que no es poco.

En 1984, la banda se trasladó a Berlin para grabar junto al productor Chris Kimsey. Un tipo con un curriculum de lo más florido, en el que destacan trabajos con los Rolling Stones en Sticky Fingers, Undercover o Steel Wheels, que supo extraer la vena más melódica del conjunto sin menospreciar su mala leche, ayudando a gestar dos álbumes Night Time (Polydor, 1985) y Brighter than a thousand suns (Polydor, 1986), como dos soles, plagaditos de ganchos comerciales como Night Time, Darkness before Dawn, el riffazo de Kings & Queens, y cosas tan sensacionales como Adorations, Rubicon, esa súper ochentera Cheesboards tan Rush, o el que acabaría siendo su mayor hito Love like blood.

Jaz Coleman por Brian Rasic

Pero aquí se inició un proceso de quiebra acrecentado por la falta de liquidez monetaria y la presión de una discográfica que ya había olido "la sangre" de un hit como Love like blood. Además de esto, el ego cada vez más indomable de Coleman, derivó en la salida de Ferguson y Raven tras discrepancias en la grabación de nuevo disco (Outside the Gate (Virgin, 1988)) hecho a imagen y locura de Coleman, que quizá no debió salir al mercado con la etiqueta Killing Joke.

Tras dos años, en los que fueron despedidos de Virgin, volvieron con fuerza guitarrera dejando de lado los sintetizadores y la poesía, para lanzarse a la furia de Extremities, Dirt and Various Repressed Emotions (Noise, 1990), para el que contaron con Martin Atkins a la batería, ex militante de Public Ltd y Ministry, que se sumó a las labores de producción, y Paul Raven de vuelta a corrales en las líneas de bajo. La cosa vino con un comienzo arrollador bajo el brazo, con metralla como Money is not our god y Age of greed, ese The beautiful dead que enamora hasta los huesos (¿Oís a unos QOSA?), maravillas como Slipstream o Struggle, o trallazos como Intravenous que constituyen todo un paso de ecuador entre su etapa más onírica y el guitarrazo sin mesura de los años venideros. Una joya.

Fueron años bastante enriquecedores para la banda, tanto a nivel coral como individual. Youth se hacía un nombre como productor (su discográfica Butterfly Records, un sello más propio de electrónica, se encargaría de los dos siguientes discos de KJ); formó un dúo musical llamado Blue Pearl con la cantante Durga McBroom, publicando sencillos como Naked in the Rain que llegaron al puesto cuatro en la lista de Reino Unido, y el quinto en la lista de dance en 1990; y hasta unió sus fuerzas con sir Paul Mcartney en el duo The Fireman. Jaz Coleman por su parte, lanzó en las labores de compositor y violinista, y junto a la teclista Anne Dudley, su primer álbum puramente instrumental, Songs from the Victorious City (China, 1990) influenciado por la música de Oriente Medio. Coleman iniciaría así una carrera clásica más que reseñable que ha traido consigo, entre otros logros, la composición de varios discos de rock sinfónico inspirados en la música de Pink Floyd, Led Zeppelin o The Doors; trabajar con la Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda; ser compositor residente de la Orquesta Sinfónica de Praga; componer una ópera para la Royal Opera House de Covent Garden de Londres; dirigir en 2011 a la Orquesta Sinfónica NSO (EAU) para la ceremonia de apertura de la Copa Mundial de Dubái de fútbol; o haber grabado en 2019 un disco de música clásica inspirado en el universo de Killing Joke, Magna Invocatio: A Gnostic Mass For Choir And Orchestra Inspired By The Sublime Music Of Killing Joke, con la Filarmónica de San Petersburgo.

Ester Segarra
Jaz Coleman por Ester Segarra

Pero volviendo a la historia de Killing Joke, la banda tiraría la casa por la ventana en su siguiente disco Panemonium (Buttterfly, 1994) registrando las pistas vocales de los temas Pandemonium, Exorcism y Millennium en (atención) la Cámara del Rey de la Gran Pirámide de Giza. Un "sujétame el cubata" en toda regla, con soborno al ministro de cultura de turno y mediación de una (por entonces) estudiante de egiptología llamada Mary Lomando, que se inició cuando Martin Glover (otra vez de vuelta, y a los mandos de la producción) viajó al Cairo junto a Coleman buscando un estudio de grabación para el nuevo álbum, tras la buena experiencia que tuvo el cantante en la ciudad con su Songs from the Victorious City. Los latidos de folclore árabe que palpitaban en aquel disco en solitario pueden sentirse en un trabajo que acaba por resultar toda una compilación de aciertos. Aparte del atronador arranque con los cortes Pandemonium, Exorcism y Millennium, el asunto se viene muy arriba con la fantástica Black Moon, la muy Ministry Whiteout, o esa inclasificable perla que es Mathematic of chaos, con contoneos bailables a lo Underworld.

Su siguiente Democracy (Butterfly, 1996), continuaría la veta abierta en Pandemonium (también con Youth en bajo y producción; y el batería de sesión Geoff Dugmore), aunque sin alcanzar picos tan sobresalientes como lo harían sus sucesores. Dicho esto, y ya en formato "destilamos discos como churros gran reserva", luce un ramillete de diamantes engarzados con toques psicóticos, bailables y deliciosamente adictivos como Intellect (que sigue tirando de toque árabe), Medicine wheel, Another Bloody Election o la misma Democracy.

Su obra cumbre llegaría siete años después con un segundo homónimo (Killing Joke, Epic 2003). Producido por  Andy Gill de Gang of Four, vino al mundo a modo de tormenta sonora perfecta sin un solo segundo de relleno, y con nada más y nada menos que Dave Grohl a las baquetas, cuya participación gratuita hay quien la liga a la famosa cercanía de Come as you are de Nirvana con el Eighties de, precisamente, su otro álbum homónimo. Inicialmente el proyecto estaba llamado a ser un combinado de baterías (John Dolmayan de System Of a Down y Danny Carey de Tool ya tenían grabadas sus pistas), pero en cuanto el bueno de Grohl se puso con el asunto, la cosa no tuvo vuelta atrás. The Death & Resurrection Show pone los pelos de punta desde su primer aliento; Asteroid, podría bloquear el sol y acabar con toda la vida en la tierra; y todo lo que viene detrás es un sin parar: la locura tribal de Implant (trabajazo de Grohl); Geordie Walker cabalgando como un dios sobre Blood on your hands o Seeing Red; la épica de You’ll never get; la amargura que delira The House That Pain Built (con la que puedes acabar a cabezazos con el teclado de tu ordenador), o la puñetera locura de Total Invasion. Tras un colapso atómico solo quedarán las cucarachas y los ecos de este trabajo.

Ross Halfin
Jaz Coleman junto a Dave Grohl por Ross Halfin

Aguantando la onda expansiva de semejante portento, y de nuevo con la vuelta de Paul Raven en las cuatro cuerdas, lanzarían Hosannas from the Basements of Hell (Cooking Vinyl, 2006). Un disco disfrutable (la marmita de líneas de guitarra del chef Walker seguía sin tener fin), quizá algo pasado de peso de producción, pero que muestra a una banda a velocidad crucero a la que parece que no le cuesta eso de sacar discos por encima del notable. Lamentablemente Paul Raven moriría poco después en 2007, pero su despedida sirvió para que formación original se volviera a juntar tras veintidos años con la vuelta del batería Paul Fergusson. Absolut Dissident (Spinefarm, 2010) fue el trabajo que materializó dicha reunión y devolvió sabores añejos que hacía tiempo que no empastaban tan bien. Bajan los decibelios, se reduce el octanaje industrial, el post punk acecha de nuevo, regresando la química de antaño como si nunca se hubiesen marchado, en un disco acuñado nuevamente por todos los integrantes en la producción. La mano electrónica se posa con temas tan descarados como European super state, envolviendo al artefacto de una energía destructiva más amable, que luce junto a una batería más orgánica y menos abrasiva. Quizá no sea su trabajo más expléndido pero, sin duda, sí un trabajo bien parido, que sigue la suma de genialidades como Here comes singularity, ese reggae metalúrgico que crece en Ghosts of Ladbroke Grove, o grooves guitarreros marca de la casa como el tema que da título al disco. 

Dos años después, coincidiendo con la caida sobre nuestras cabezas de la hecatombe del calendario maya de 2012, la banda mejoraria la buena dinámica adquirida con un disco superlativo, MMXII (Spinefarm, 2012). De temática diversa, el álbum repasa la realidad desde distintos prismas como la política en Fema Camp, la problemática ambiental Pole Shift, o esa oda al amor imposible que esconde la maravillosa In Cythera. Grabado en Granada, y producido de nuevo por la banda al completo, podemos estar junto con su homónimo de 2023 y Night Time de 1985, ante uno de sus discos más redondos. Porque...Oh pueblo soberano, a ver quién es el guapo que le tose a temas como Rapture, Trance o Corporate Elect, o la emocionante On Hallow's eve. Absolutamente sensacionales.

Pero como todo en esta vida, las cosas llegan a su fin. En 2015 se editaba, salvo sorpresa, el último álbum de estudio de esta formación inigualable (aunque en 2022 lanzaron el estupendo EP Lord of Chaos). Pylon (Spinefarm, 2015) obedece a los mismos patrones que hacen temblar la lógica de que una banda tras cuarenta años de vida no pueda poseer una discografia como la que lucen los británicos, volviendo a sonar más fuertes, más empastados y más actuales que nunca. Lo de que Dawn of The Hive pueda agujerear una plancha de acero de varios metros de espesor es una cuestión de tiempo, qué decir de absolutos jitazos como New Cold War, Euphoria o Big Buzz, o armas de destrucción masiva como I am the virus (esto cómo se come), o la brutalidad de Into the unknown. Junto con su homónimo de 2023, Night Time de 1985, MMXII de 2012...dioses.

Disfruten de la lista.


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