¡Cómo viene el producto local, oigan!
Ya pueden ir haciendo sitio en sus oídos para lo más selecto del ibérico en su versión 17.0, que este año viene a confirmar las expectativas que teníamos en muchas de las bandas que pasaron por aquí en otras ediciones. Es lo que tiene elegir buen género.
Pasen, enchufen y gocen. Nos vemos a la salida.
Bala por Leo López |
Bala - Lume
(Matapadre, 2017). Antes de que existiera el grunge, el stoner, el sludge o el punk, sólo
había ruido. No hablo de lo que define una sensación auditiva desagradable,
sino del estruendo sonoro como vehículo para avivar la ira y exorcizar la furia
contenida. Todo era campo, que diría aquel. Bala, banda gallega formado
por Anxela Baltar y Violeta Mosquera, acuden a las entrañas de ese
ruido para extirpar la raíz pura de un sentimiento que acaba por articularse
sobre patrones amontonados, entre los que están los nombrados al comienzo de
esta crítica, pero a los que el dúo parece acudir únicamente por inercia de su
cultura musical, sin pudor alguno en desbordar sus límites estilísticos. Aunque
en sus referencias puedan aparecer nombres como Melvins, L7 o Nirvana,
como bien dice Diego Moral en el blog El Quinto Beatle (leer aquí),
"tratar de etiquetar a Bala es como intentar llenar un vaso en una
cascada". Lo suyo es el sonido crudo, potente y macarra. No hay nada
forzado. Tanto el título de este segundo trabajo, Lume (fuego en
gallego), como la fantástica portada de Leo Sousa, es todo un aviso para
navegantes: Contenido inflamable. Y vaya si lo es. Sin tiempo para reaccionar,
el incendio se propaga desde los primeros compases de Colmillos con la
que además, presentan en sociedad su nueva y extraordinaria arma arrojadiza: el
idioma. Los temas explosionan alternando el inglés, el gallego y sobre todo el
castellano, escupiendo rabia con una virulencia a cara descubierta en una
apuesta donde la confianza en su talento sale ganadora. Ahora sí que no hay
salida. Aunque la voz desgarradora principal siga recayendo sobre Anxela,
Violeta aporta toque chulesco en temas como la galega Vitamina, Flapper
o la brutal Vives, consiguiendo que el efecto de intercambiarse las
voces a lo largo del disco, tanto en primera línea como en los coros, sea
completamente abrasador. Veintitrés minutos y verás tus sesos esparcidos por la
habitación. Si el debut nos dejó con la boca abierta, este nos ha abierto la
cabeza. Esta gente va muy en serio. No queda tiempo. Redúcelo todo a cenizas
y... ¡grita! Impresionantes. (Spotify, Bandcamp)
The Soul Jacket – Volumen. III (The Soul Jacket, 2017). Vaya
banda, vaya voz y vaya músicos. Después de haber disfrutado tanto de su
soberbio directo como de una impecable discografía hasta la fecha, la sensación
que uno tiene al escuchar el nuevo álbum de los vigueses sigue siendo la de
estar ante uno de esos trabajos arropados por la honestidad absoluta. Esto no
se trata de conquistar a cualquier precio nada ni a nadie. Se trata de
música, amigo. El conjunto liderado por la poderosa voz de Toño
López, los guitarristas Jorge Mizer y Guillermo Gagliardi, Xabier
Vieitez en los teclados, Jann Zereaga en el bajo y Mauro Comesaña
en la batería, vuelve a viajar por los sonidos de la cultura norteamericana
para empaquetar otra deliciosa muestra de su buen hacer. Si en Black cotton
limited (Elepé Records, 2014) y Soul BBQ (Autoeditado, 2016),
se dejaban empapar por el sonido negroide del soul y R&B, esta vez este Untitled (Volumen
III para los amigos) dirige su mirada hacia el country y folk
norteamericanos. Once canciones repletas de referencias a la naturaleza y la
libertad, donde se puede respirar ese aire campestre y polvoriento que evoca la
lechuza de la portada, y en las que la melancolía y la intimidad ganan la
partida a las composiciones de corte visceral que dominaba sus anteriores
lanzamientos. Aún y todo, si bien este sonido bucólico viste los primeros cortes
y permanece visible a lo largo del disco, el pálpito del blues y el rock sureño
que corre por las venas del combo acaba por hacerse más y más presente conforme
caen los minutos. Así, las acústicas que embellecen Spring has come, con
violín incluido, la cadencia hogareña de Madeleine Kane o la forajida Behind
the hill, conviven con los rugidos roqueros que esconde la sensacional Arrows,
composiciones puramente blues como GBTW o Mare in the night, que
tanto recuerda a los Fleetwood Mac de Peter Green, ambientes lisérgicos
como los que fluyen en Mare in the night II, o el funk que se cuela en la jamística Big Chief. Vamos,
que esto es un discazo. Otro más. (Spotify, Bandcamp).
Berri Txarrak - Infrasoinuak (Only In Dreams, 2017). Mi
primera reacción ante el nuevo trabajo de Gorka, David y Galder,
fue que algo se había perdido si lo comparábamos con sus últimos trabajos. Haria
(Kaiowas, Only In Dreams, 2011) y Poligrafo Bakarra (Only In
Dreams, 2014) habían supuesto un cambio evidente en el sonido de la
banda con canciones llenas de pliegues que dotaban al trío de una mayor
superficie sobre los que explayarse, mientras que Infrasoinuak parecía
una vuelta a estructuras más sencillas, aparentemente con menor equipaje de
ritmos y estilos, y de transmisión más directa. El “problema” que puede plantear este disco es que quizá no sacie la
nostalgia de los amantes de sus primeros álbumes ni tampoco a los que busquen
la amplitud de miras que mostraban en su último triple LP. Pero que nadie se
equivoque con el envoltorio. Prácticamente de tirón, sin descanso entre los
cortes, Berri Txarra logra concentrar en un disco de cuarenta minutos
todas las virtudes que les abanderan como una de las bandas más potentes del
panorama nacional a día de hoy. Desde la adictiva crudeza de Dardararen bat,
pasando por temazos como Zuri, Infrasoinuak o Zaldi zauritua con
un inmenso David González cuya labor en las cuatro cuerdas brilla
sobremanera a lo largo del todo el trabajo, los requiebros de Spoiler! (que
logran salvar lo que el edulcorado estribillo no consigue tumbar), los
trallazos Hozkia y Sed lex, o la preciosa Zonioraren lobbya,
el disco está repleto de momentazos recogidos en esos pliegues de los que
hablábamos al principio, sólo que esta vez haya que disfrutarlos concentrados y
prácticamente al vuelo. De esos discos que conforme más escuchas, más atrapado
te ves. (Spotify, Bandcamp).
Atavismo -
Inerte (Tots Records, 2017). Si
atendemos a la primera definición que propone la RAE del término Atavismo, (“Comportamiento
que hace pervivir ideas o formas de vida propias de los antepasados”), quizás
podamos encontrar pistas acerca de los cauces por los que transcurre el sonido
de este trío de Algeciras. Con su segundo disco, los gaditanos siguen “deconstruyendo”
el rock progresivo setentero desde una perspectiva más jonda, y reivindicando
el espacio aéreo psicodélico de nuestras fronteras. Su batería Sandra
decía en una entrevista: "El flamenco es nuestro blues, tío". Y es
que no hay que olvidar que las raíces del blues
y el flamenco no nacen tan alejadas geográficamente. Así que no es de extrañar
los guiños a Triana, ellos comenzaron este viaje mucho antes, ni tampoco
que por sus temas se cuelen destellos evidentes de Pink Floyd o Jefferson
Airplane, todo ello sin deslucir un ápice la autenticidad del discurso del
grupo andaluz. La banda respira, trota y navega de forma totalmente libre a
lomos de la guitarra de Poti, quien parece ser el capitán de esta nave
sin motor que desprende polvo cósmico a través de los paisajes oníricos
trazados en El Sueño, el hipnótico galopar de La Maldición del Zisco
o la impresionante Volarás. Desintegración (Tots, 2015) plantaba
los primeros esquejes de este maravilloso jardín de las delicias psicodélico
donde Inerte continúa suspendiéndonos en su ingravidez. Un lujo.
(Spotify, Bandcamp).
Biznaga - Sentido
del espectáculo (Slovenly Recordings, 2017). El pintor surrealista belga Paul
Delvaux inmortalizó en 1942 la visita que unos años antes había realizado
al Museo Anatómico - Etnográfico del Profesor Spitzner, en cuyo interior
se reunía una macabra colección de objetos, entre lo científico y lo
profundamente turbio, que inspiraron al pintor a retratar en su obra El
Museo Spitzner la delgada línea entre la ciencia, el horror y la
morbosidad. Pues bien, la portada del segundo disco de Biznaga, una
interpretación del cuadro de Delvaux a cargo del artista La Ortopedia del
Manco en el que es la propia banda la que acude al Museo Spitzner con la
Gran Vía madrileña al fondo, parece pretender escenificar la cotidianidad de
nuestro museo de los horrores particular. Y es que Biznaga absorbe los
ecos de su entorno, adquiriendo el papel de víctima, espectador y verdugo a
través de consignas afiladas, mensajes contundentes y cargados de crítica
social, que ponen el punto de mira en esta sociedad insensible y enjaulada en
sus redes sociales, desde las que todos hacemos gala de nuestro propio sentido
del espectáculo. Pero además de la fuerza de su literatura, los madrileños
verbalizan su cabreo a guitarrazo limpio, mostrando cariño por las melodías
bien zurcidas con toque powerpopero, que pone sobre la mesa a míticos
como Undertones o Buzzcocks, y consiguiendo una dualidad entre la
melodía pegadiza y el punk garajero
realmente atractiva. Un disco que encuentra su reflejo en lo que nos rodea, lo
que no es precisamente una alegría. (Spotify, Bandcamp).
Dani
Nel.lo - Los Saxofonistas Salvajes (Buenritmo Records, 2017).
El respeto a los mayores es uno de los pilares de la buena educación y también
del buen gusto. Y cuando este respeto lo evangeliza un músico de la talla del
que nos ocupa, la cosa toma tintes de clase magistral. El gran saxofonista Dani
Nel.lo (Rebeldes, Mambo Jambo) rinde tributo a la figura de
los Honkers, esos músicos en su mayoría afroamericanos que
revolucionaron el concepto del jazz de finales de los años 40, logrando
verdaderas sesiones de exorcismo entre jóvenes blancos que sentían una
atracción insana por aquellos primeros destellos de lo que más tarde darían
forma al R&R. La mayoría de ellos salían de las Big Bands de swing y tal y como defiende el propio
Nel.lo, antes de que llegara la guitarra eléctrica, fueron los encargados de
convertir al saxo en el primer elemento rebelde en el panorama musical
establecido. Su tirón duró poco, y cuando su fama se apagó muchos de ellos
acabaron como músicos de sesión de gente como Sam Cooke, Little
Richard o Fats Domino. Pues bien, Dani Nel.lo presenta esta
enciclopedia sonora (por cierto que él mismo ha preparado una maravillosa guía
de usuario en su edición física para situar al oyente) con trece versiones de
clásicos a reivindicar, entre los que se encuentran Big Jay Mc Neely, Red
Prysock, Arnett Cobb o King Curtis, en los que se ve
acompañado de habituales como Dani Baraldés o Anton Jarl, de los Mambo Jambo, o gente como Matías Minguez, Albert
Sabater, Pere Miró y Héctor Martín. DIS CA ZO. (Spotify)
Hela - Death May Die (Autoproducido, 2017). Cuatro
años después de que Hela despertaran las ganas de descubrir rutas por
los tenebrosos paisajes del doom nacional con su fantástico Broken Cros (Marchalenta,
2013), los ilicitanos vuelven con nuevas propuestas de senderismo por
la dimensión oscura. Y lo hacen después de haber superado la difícil salida de
su cantante, Isabel Sierras, quien abandonaba la formación para la
grabación de este Death May Die después de que su voz hubiera
sido uno de los pilares del éxito de su primer disco, siendo sustituida por la
voz y guitarra de Rosy Finch, Mireia Porto. Pues bien, haciendo
bueno el dicho de lo que no te mata te hace más fuerte, la nueva incorporación
no sólo ha dotado de una renovada y atractiva personalidad al sonido de la
banda, sino que ha sumado una capa más de negrura al manto guitarrero del
combo, además de algo de ese magnetismo que desprendían las enigmáticas
atmósferas de Rosy Finch en su brutal Witchboro (Deathbound
Records, 2015). El resultado sigue serpenteando por los densos dominios
sobre los que se había asentado Broken Cross, pero escarbando de
forma más retorcida por paisajes introspectivos y sonidos cavernarios, que han
hecho resurgir nuevas influencias en el sonido final. Un universo de tinieblas
que alberga una historia sobre la lucha femenina contra el orden establecido,
centrada en el viaje de la protagonista desde su nacimiento hasta su muerte, y
relatada a lo largo de cinco temas que alcanzan su máximo esplendor en las
impresionantes Touched by Evil y Dark passenger. Si entras, igual
no sales. (Spotify, Bandcamp).
¿Más?
Freedonia - Shenobi (Autoeditado, 2017). El
triunfo de la constancia. Veinte temas, nada menos, donde suman toque africano
a su pacto con el funk y el soul de alta gama (Bandcamp);
Los Saxos del Averno - Roasted sinner
(Happy Place, 2017). Tres saxofones, un teclado, una batería y
tropecientos colaboradores, entre los que destacan Limboos, Pájaro
o Julián Maeso, para ascender del mismo averno una mezcla de R&B
con toques latinos (Spotify, Bandcamp);
Foscor - Les irreals visions (Season
Of Mist, 2017). Alejándose definitivamente del black metal de sus inicios,
los catalanes se adentran sin mirar atrás en la bruma espectral en la que se
introdujeron en su anterior trabajo (Spotify, Bandcamp); y para terminar, un chute de psicodelia
ensoñadora cargadita de sintetizadores con Rufus T. Firefly en Magnolia (Autoeditado, 2017) (Spotify, Bandcamp).
Si alguien se ha quedado con ganas de
todavía MÁS, aquí tenéis la lista de las canciones que mi perro seleccionó en
2017 (Spotify).
Ahora id
a jugar fuera.
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