martes, 21 de junio de 2022

#73 - Los Cuentacrímenes

En el programa de hoy,

Nuestro sabueso melómano ha estado rastreando los sucesos más truculentos de la historia del crimen, a través de algunas de las baladas de asesinato que han perdurado en el cancionero popular durante años en las voces de... los "Cantadores de crímenes". 


Balada del asesinato cometido por Daniel Good en 1894

Durante toda la antesala del siglo XVII, el elevado porcentaje de analfabetismo en las clases populares hizo que la tradición oral fuera el medio más adecuado para difundir noticias. Los músicos callejeros eran conocedores del gancho que tenía un buen asesinato, y dedicaban gran parte de su repertorio a airear los acontecimientos escabrosos que ocurrían por las cercanías ya que, cuanto más perturbadora fuese una noticia, más probable resultaba que se creara una melodía para contarla. 

Estas baladas, o moritats (aunque dependiendo del lugar tomaban distintos nombres), tenían una premisa sencilla: narrar un crimen, real o ficticio, incluyendo muchas veces una representación teatral de la historia, acompañándose de una serie de imágenes. Por ejemplo en España, hasta los primeros años del siglo XX había ciegos que junto a un ayudante se ganaban la vida yendo de pueblo en pueblo recitando los crímenes más despiadados, dando lugar a los que se conoce como "romances de ciego" (o cuentos de ciegos). Podéis leer más sobre ello (y más variantes) aquí.

A lo largo del siglo XVII, estas narraciones fueron impresas y comenzaron a ser vendidas, siendo Inglaterra, Escocia, Irlanda y los países nórdicos donde más se asentó su comercio y recitado. Así, cuando la emigración anglosajona comenzó a expandirse por los Estados Unidos, las tradición popular acabó por incrustar estas historias en los géneros del blues, country y folk hasta acuñar su propio género: el de las murder ballads. 

Hasta nuestros días, artistas como Bruce Springsteen, Neko CaseThe Killers, han usado sus servicios para airear crímenes contemporáneos, aunque hoy hemos querido recopilar baladas antiguas que han sobrevivido el paso de los años agazapadas en catálogo de cantantes de ayer y hoy. Disfrutad.


Mack The Knife - Vamos a comenzar precisamente con una balada no basada en hechos reales pero que debido a las innumerables versiones de las que ha disfrutado, merece una atención especial. Die moritat von Mackie Messer (La balada de “Mackie el Navaja") fue escrita por Bertolt Brecht, y música de Kurt Weill, para La ópera de los tres centavos estrenada en 1929. La ópera original narraba la historia del letal Mackie Messer, o Mack The Knife, un personaje basado en el apuesto salteador de caminos Macheath de La ópera del vagabundo de John Gay (quien fue a su vez basada en el ladrón histórico inglés del siglo XVIII Jack Sheppard) y que en la versión de Brecht y Weill adquiere un carácter mucho más cruel y despiadado aunque dotándole al final de un carácter heroico para con los más desvalidos. De toda la cantidad de versiones que pueblan el cancionero (Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Bobby Darin...) nos quedamos con dos: La del recientemente desaparecido Mark Lanegan, fiel a la figura escurridiza del bueno de Mack; y la de Rubén Valdés, que en España popularizó la Orquesta Platería, quien devuelve la moneda al canalla de Pedro Navaja. Posdata: Como sé que os lo estáis preguntando... sí, las historietas de Makinavaja: el último "choriso", del dibujante Ivá, proceden de esta balada.




Stagger Lee - En las navidades de 1895 una reyerta en un bar de Sant Louise en Missouri entre dos parroquianos de los bajos fondos dio a luz lo que sería una de las canciones más versionadas del catálogo de las murder ballads. La historia es sencilla: Lee Shelton, apodado como "Stag Lee", "Stagolee" o "Stack Lee", había estado bebiendo la Nochebuena de 1895 en el mismo local que William "Billy" Lyons. En un momento de la noche Lyons le quitó el sombrero a Shelton, Shelton le disparó, recuperó su sombrero y se fue. Lyons moriría por las heridas provocadas y Shelton sería condenado a muerte (saldría perdonado en 1909, aunque volvería a prisión en 1911 por asalto, donde moriría un año después). Fin de la historia. Pero la magia de la cultura popular quiso recuperar la leyenda primero en los hollers (o cánticos de trabajo), para después afianzarse en grabaciones que fueron alterando su significado. La violencia de Stagger Lee que destacaba en las versiones tempranas de Ma Rainey o John Hurt, fue disipándose en versiones posteriores hasta ensalzar su figura de hombre peligroso e indomable en las versiones de Bob Dylan o The Clash (del álbum London Calling y conocida como Wrong 'Em Boyo, donde el grupo se hacía acompañar por los jamaicanos The Rulers); o las versiones de Johnnie Otis o Nick Cave en las que se incluyen razones sexuales en la pelea. De todas las versiones de este clásico existentes (Duke Ellington, Amy Winehouse, Black Keys, Ike & Tina...) nos vamos a quedar con la de Lloyd Price, por haber conseguido ser la primera canción que, después de censurarse, llegó a ser número uno en las listas de ventas. 




Delia's Gone - La canción narra en primera persona un turbio relato de un hombre que comete un brutal asesinato y es encarcelado. Ese hombre amaba a una chica llamada Delia, pero cuando va a visitarla y ella abre la puerta, le ata a una silla antes de dispararle dos veces. En la realidad, Delia Green era una niña negra de 14 años que fue asesinada en la víspera de Navidad de 1900 por su presunto amante Mose “Cooney” Houston, de 15 años, en Georgia (EEUU). El asesino cumplió 12 años por el crimen antes de recibir un indulto, mientras que Delia fue enterrada en una tumba sin nombre en Savannah, Georgia. Los hechos alrededor del asesinato fueron descubiertos por el folclorista Robert Winslow Gordon que recopiló hasta 28 versiones de la canción (que incluyen puntos de vista distintos, tanto del asesino como de familiares de la víctima, pero nunca de Delia), y más tarde por el experto en baladas John Garst a partir de relatos de periódicos y transcripciones del juicio. A pesar de los intentos de Bob Dylan o Pete Seeger por encabezar el pelotón de versiones, concedemos ese honor a Johnny Cash quien después de grabar la canción en los años sesenta, recuperó el tema para sus famosas American Recordings (American Recordings, 1994) a las órdenes del productor Rick Rubin.




Down in the Willow Garden - Toca ejercicio de música forense. En la entrada sobre grandes incomprendidas, reseñábamos la canción Where the wild roses grow de Nick Cave junto a Kylie Minogue mencionando que solía tomarse como una bella canción de amor, cuando esta escondía en sus entrañas la leyenda irlandesa de Elisa Day, a la que llamaban "Rosa Salvaje", quien según se cuenta fue asesinada y lanzada al río con una rosa en la boca al son de las palabras “toda belleza debe morir”. Pues bien, el australiano escribió este tema inspirándose en la tradicional Down in the Willow Garden, que cuenta la historia de un hombre que corteja a una mujer y la mata mientras están juntos. Si seguimos del hilo, damos con que este tema procede de otra llamada Rose Connoley fechada en 1811, cuyas primeras versiones derivan de baladas irlandesas como The Wexford Girl que a su vez dio a luz a la balada The Knoxville Girl (también versionada por Nick Cave en su disco Murder Ballads de 1996, aunque como cara B) con la diferencia de que esta última traslada la ubicación del crimen desde tierras irlandesas hasta el estado norteamericano de Tennessee, pero ambas inspiradas en la original melodía inglesa The Oxford Girl, basada en el poema The Cruel Miller fechado alrededor de 1684, sobre una melodía irlandesa en la que un hombre mata a la mujer que le ama. Aunque en el poema inicial la chica está embarazada, el crimen se resuelve por el ahorcamiento del asesino. Para la representación del tema, hemos dado con la cuadratura del círculo que supone hacer coincidir en una versión de Down in the Willow Garden a una banda de tradición irlandesa como The Chieftains en colaboración con otra de folk norteamericano como Bon Iver. Círculo cerrado. 




The lonesome death of Hattie Carroll - Y llevando las baladas de asesinatos al terreno de la canción protesta, el risueño Bob Dylan incluyó este tema en su álbum The Times They Are a-Changin' (1964). Un relato del asesinato de la camarera negra Hattie Carrol de 51 años a manos de William Devereux "Billy" Zantzinger de 24 años, perteneciente a una poderosa familia relacionada con el tabaco en EEUU. Tras los hechos, Zantzinger fue condenado a seis meses de prisión por homicidio involuntario. La condena se hizo pública el mismo día en que Martin Luther King Jr. pronunció su mítico discurso en la marcha en Washington por la libertad de la población negra en EEUU, a la que Bob Dylan acudió. Presumiblemente, el ser en aquellos días compañero sentimental de Joan Baez le llevó a Dylan a entonar la historia con la melodía de una popular balada escocesa del siglo XVI, Mary Hamilton, que Baez ya había incluido en su álbum de 1960, ChroniclesA diferencia de muchas otras canciones de la lista, la narrativa de Dylan no intenta de ninguna manera mitificar al asesino. De hecho, se esfuerza mucho en reiterar la tragedia de la situación. En la balada de Mary Hamilton, Mary es asistente personal de la Reina de Escocia, que queda embarazada del Rey de Escocia. Al dar a luz Mary mata al niño, el crimen se descubre y ella es condenada. Como curiosidad histórica, parece que la tonadilla originaria podría haber nacido de la la leyenda de Maria Danilova Gamentova, hija de una rama expatriada del clan Hamilton establecida en Rusia durante el reinado del zar Iván IV (1547-1584). Una dama de honor de la zarina Catalina, segunda esposa del zar Pedro I "El Grande", Mary Hamilton también fue la amante del zar. Dio a luz a un niño en 1717, que pudo haber sido engendrado por el zar, y que tras admitir que el niño se ahogó poco después de su nacimiento, fue condenada por el asesinato de su hijo y decapitada en 1719. Qué cosas, ¿eh?


Y absolutamente de regalo, porque no me puedo contener a no incluirlo... Una de Jack el Destripador. Porque aunque la cultura popular haya normalizado la figura de este asesino en serie, fueron la literatura y la música quienes a través de historias y canciones, mantuvieron la advertencia en los callejones oscuros, noches de niebla, mujeres indefensas y cuchillos sedientos de vísceras. Recordar que a Jack el Destripador se le conoce por al menos cinco homicidios ocurridos en el barrio londinense de Whitechapel entre abril de 1888 y febrero de 1891, y por un modus operandi que se caracterizaba por cortes en la garganta, mutilaciones en el área genital y abdominal, extirpación de órganos y desfiguración del rostro. Pero lo que acrecentó la leyenda es que la policía de Londres, pese a que se investigó a más de doscientos sospechosos, nunca llegó a dar con la identidad del asesino, siendo objeto de burla y polémica por parte de la prensa. En fin, para incluir esta murder ballad tan atípica, nos fijamos en la versión de uno de los agitadores de conciencia de la Inglaterra de los años 60, Screaming Lord Sutch con este fantástico y garajero pildorazo que, por lo que cuentan los tabloides, fue generosamente censurado en la BBC.




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