domingo, 23 de julio de 2017

# 50 - Chris Cornell (1964 -2017)

"- Tíos, ¿sabéis qué? Voy a intentarlo como cantante - Se pone a cantar "Bad to the bone" a grito pelado y nosotros nos descojonamos. Estábamos de coña, pero él iba muy en serio. Sonaba muy bien, pero en aquel momento fue como - ya, lo que tú digas-".

(Fragmento del libro Todo el mundo adora nuestra ciudad de Mark Yarm, Es Pop Ediciones)

Chris Cornell por Steven Anthony
Foto de Steven Anthony

Esta anécdota, contada por Scott McCullum, quien fuera batería de una de las formaciones catalizadoras del fenómeno grunge, Skin Yard, pudo ser el comienzo de la carrera de una de las voces más icónicas del rock, cuyo triste final nos estremeció el pasado 18 de mayo.

Foto de Jason Everman
Foto de Jason Everman
Christopher John Boyle, quien tras el divorcio de sus padres adoptaría el apellido materno para convertirse en Chris Cornell, nació el 20 de julio de 1964 en la ciudad norteamericana de Seattle. Esa ciudad a la que, como reza el título del libro y la canción Overblown de Mudhoney de la que toma el nombre, "todo el mundo adoraba" después de que en los años noventa a alguien se le ocurriera arrojar a todos aquellos inadaptados seattlenienses al consumo de masas bajo aquella extraña etiqueta del grunge. Nuestro amigo Chris no sólo estaba allí mientras semejante pepinazo tomaba la forma de explosión nuclear, sino que su banda Soundgarden fue una de las incluidas en aquel recopilatorio de 1986 llamado Deep Six, que lanzó el sello C/Z (padre, junto con el sello Sub Pop, de todo aquello), y que los arqueólogos musicales datan como la primera evidencia del grunge en nuestra era. Casi nada. Después de aquello sería el propio Jack Endino, integrante de Skin Yard y productor de Sub Pop, quien se encargaría en 1987 del primer EP de la banda, Screaming Life, antes de que en 1988 la banda materializara su puesta de largo con el LP Ultraomega Ok, esta vez bajo el sello SSP.


Foto de Lance Mercer
Eddie Vedder junto a Chris Cornell en Lollapalooza, 1992.
Foto de Lance Mercer
Tras lanzar su segundo trabajo Louder Than Love (A&M, 1989), y antes de que todo saltara por los aires definitivamente, la endogámica escena de Seattle todavía tuvo tiempo para que Cornell fuera testigo en primera persona de la creación de otro de los grandes referentes del movimiento, Pearl Jam. La repentina muerte en 1990 de Andy Woods, líder de Mother Love Bone y amigo personal de la voz de Soundgarden, derivó en un disco homenaje titulado Temple of the dog (A&M, 1991), que el cantante grabó junto con los músicos que pocos meses después acabarían formando la banda de la mermelada de perlas. Es decir, el batería de Soundgarden, Matt Cameron, los guitarristas Mike McGready y Stone Gossard, el bajista Jeff Ament y un jovencísimo Eddie Vedder en las voces.

Foto de Robert Matheu
Soundgarden. Foto de Robert Matheu
Pero pese a la efervescencia de aquel caldo de cultivo, hasta ese momento todos los movimientos seguían ocurriendo bajo la superficie del mainstream. 1991 fue el año en el que la revolución de la mugre salió a la luz y alcanzó su máxima virulencia coincidiendo con la edición casi simultánea de tres álbumes que se convertirían en pilares maestros de aquel nuevo evangelio musical, y que no fueron otros que el debut de Pearl Jam con Ten (Epic, 1991), la detonación sin control que supuso el segundo álbum de NirvanaNevermind (Geffen, 1991), y el tercer álbum de SoundgardenBadmotorfinger (A&M, 1991).

Estas tres bandas, junto con Alice in Chains, pasaron a ser de la noche a la mañana las abanderadas de un movimiento que por fin logró cristalizarse después de años fraguándose en los sótanos de Seattle y que consiguió llenar las calles de camisetas raídas y franelas de cuadros, arrasando de las ondas el mensaje de despreocupación y fiesta continua que pregonaba el glam rock de los años ochenta, y convirtiéndolo en la infelicidad malhumorada que desde entonces comenzó a escupir la MTV.

De estos "cuatro jinetes del grunge", pese a no tener demasiado que ver entre ellos, el sonido de Soundgarden siempre fue el más complejo de los cuatro y, sin duda, el menos conformista. Así, los encantos hipnóticos de la guitarra de Kim Thayil, la fluida oratoria en las baquetas del grandísimo Matt Cameron y la profundidad del bajo de Ben Sheperd, sirvieron de ecosistema idóneo para que la garganta de Chris Cornell atrapara a todo aquel que entrase en el campo de frecuencia de unas privilegiadas cuerdas vocales, que tallaban susurros o rabiosos alaridos sobre composiciones oscuras que no olvidaban su punto de dulzura.

Ed Sirrs
Soundgarden. Foto de Ed Sirrs
Aunque todo el talento condensado en aquel Badmotorfinger no alcanzó el mismo éxito comercial que sus contemporáneos, la belleza y la voz superlativa de Cornell ayudó a subirles en aquel tren de magníficos desde el que editarían tres años más tarde el que fue su trabajo más reconocido entre el público, Superunknown (A&M, 1994), en el que se alejaban de su sonido más agresivo y ampliaban su propuesta con temas como Black hole sun, Fell on black days o la tremenda Day I tried to live. La onda expansiva que supuso el éxito de aquel disco se solapó con la edición y gira de su siguiente trabajo, Down on the upside (A&M, 1996), lo que alimentó los excesos y fricciones que acabarían por precipitar el que la banda anunciara su separación en 1997.

Audioslave por Danny Clinch
Audioslave. Foto de Danny Clinch
Tras ella, Cornell publicó el disco Euphoria morning (A&M, 1999), junto con miembros de la banda Eleven, que incluía ese gran jitazo llamado Can’t change me, antes de que en 2002 el productor Rick Rubin llegara para provocar el parto de uno de los proyectos más interesantes del comienzo de milenio: Audioslave. La "superbanda" que reunía la sección instrumental de Rage Against The Machine (que había anunciado su separación dos años antes), con Tom Morello a la guitarra, Brad Wilk en las baquetas y Tim Commeford al bajo, junto a la voz de Chris Cornell, fue todo un bombazo mediático que dejó un legado de tres discos en sus apenas cuatro años de existencia. Después de su debut con Audioslave (Interscope, 2002), editaron casi consecutivamente Out of exile (Interscope, 2005) y Revelations (Interscope, 2006), en los que la formación logró destilar un sonido bastante alejado de sus dos bandas madres, simplificando tanto la fórmula como la carga política de sus composiciones, pero incapaz de esconder la engrasada maquinaria que formaba el trío de RATM junto con el fantástico momento de forma que vivía la voz de Cornell, quien mostraba una faceta más cálida y menos aguda que en su etapa de Soundgarden pero asombrosamente poderosa y atractiva.

Aunque Audioslave dejara algo fríos a los seguidores de RATM y de Soundgarden, es innegable que el combo supo lucirse en una colección de cortes de factura y producción extraordinarias a la que es difícil encontrarle fisuras. Su repertorio estaba gobernado, quizás en exceso, por medios tiempos de alta gama entre los que sobresalen joyas como las enérgicas Cochise, Your time has come, Drown me slowly o Man or animal, o las más pausadas Wide awake, Heaven's dead o la megaradiada Like a stone.

Lynn Goldsmith
Foto de Lynn Goldsmith
Tras la aparición del disco Revelations, Audioslave anunció su disolución de forma un tanto precipitada, aludiendo diferencias personales y compositivas irreconciliables. Después de eso, y tras dos álbumes en solitario, Carry on (Interscope, 2007) y aquel extraño experimento que supuso Scream (Interescope, 2008), Chris Cornell se embarcó en una serie de conciertos acústicos en los que repasaba su carrera con la única compañía de su guitarra, y que quedarían recogidos en el lanzamiento del directo Songbook (Universal, 2011), antes de que en un año después Soundgarden volviera a los estudios para anunciar su retorno con el estupendo King animal (Universal, 2012).

En 2015 había lanzado su último disco en solitario Higher truth (Universal, 2015), se hablaba de una gira con Temple of the dog, de un nuevo disco con Soundgarden tras la buena acogida de King animal, y hasta aquel concierto Anti-Trump tras las presidenciales en Estados Unidos de Audioslave hacía pensar a los más optimistas con una reunión con Morello y compañía. Pero muy tristemente, cuando todo parecía que volvía a tomar altura, el bueno de Chris decidió parar su reloj el 18 de mayo después de un concierto con Soundgarden en Detroit, ahorcándose en la habitación de su hotel.

Esta vez los fármacos que le sirvieron de apoyo durante muchos años y que le ayudaron a soportar sus adicciones, le guiaron hasta una esquina del laberinto desde la que no supo volver a la luz. Dicen que de pequeño se topó con una depresión que le acompañó toda su vida, pero lo cierto es que ya fuera con Soundgarden, Audioslave o armado a solas con su acústica, la autenticidad de su discurso superaba la imagen de tío guapo y personalidad atormentada que se había creado a su alrededor.

El hombre que siempre estuvo allí, "El Padrino" de la escena, pero sobre todo esa gran voz sobre la que orbitábamos atrapados por su magnetismo..nos ha dejado. Una verdadera lástima.

Descanse en paz.


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