Año 2016, año para olvidar. En el contexto musical, la caída de varios personajes de renombre del equipo de los vivos como Prince, David Bowie, Leonard Cohen o Sharon Jones, no ayudarán a la nominación de este año como Año de la música, pero tristemente tampoco será recordado por su aportación a la erradicación de la estupidez humana por aspectos mucho menos asimilables.
Con este canto al amor por el año que se va y antes de echar la llave de sus recuerdos, rescataremos lo poco que ha merecido la pena de su paso por nuestras vidas. Que profundidad, cuanto rencor, pero... ¡qué discazos!
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Nick Waterhouse - Never Twice (Innovative Leisure Records). Discazo del amigo Nick. El californiano sigue en su empeño de recuperar las texturas casi olvidadas del R&B de los años de 50, y lo continua haciendo con una pulcritud que invita a sospechar en pactos con extraños. Producción impecable que casi permite percibir el siseo de la aguja del tocadiscos, y una colección de temas especialmente inspirados y rítmicos que consiguen sacar los colores a sus dos ilustres hermanos mayores. En esta ocasión, Nick Waterhouse se sacude cierto hermetismo que habitaba en aquellos fantásticos Time's All Gone (IL, 2012) y Holly (IL, 2014), dotando a este nuevo plástico de un carácter más coral, cediendo un mayor protagonismo a una nutrida banda de competentes colaboradores. Aparte de la aportación más reconocida de Leon Bridges en Katchi, no perder de vista el Hammond de Dan Eisenberg o Wil Blades en Tracy o Straight Love Affair, o ese temazo que es Old Place. Gracias por tanto Nick. (spotify, bandcamp)
Anciients - Voice of the void (Season of Mist). Mientras las autoridades buscan a la que hasta ahora había sido una de las referencias en el progresivo de los últimos años como fueron los suecos Opeth, nuevas bandas florecen en el campo de las estructuras complejas y enrevesadas para tratar de llenar nuestro vacío espiritual. Estructuras que, en el caso del segundo trabajo de Anciients, en ningún caso hacen alejarse al oyente de su línea de vida con un amalgama de notas y piruetas de virtuosismo, pero que perfilan unos temas con la suficiente personalidad como para soportarse por si mismos. Aunque el juego de voces gutural y melódico puede evocar a bandas como Between buried and me, el disco muestra una mayor empatía por el sonido de un sludge progresivo a lo Mastodon, pero sin esconder esa dualidad entre la melancolía y la agresividad que mostraban los mejores Opeth. Tanto la destreza técnica de los canadienses, que llega a momentos escandalosos como la monumetal Whorshipper, como su agradecida variedad estilística, invitan a devorar este Voice of the void sin pestañear. True story. (spotify, bandcamp)
Hiromi Trio Project - Spark (Telarc). Hace años que esta pizpireta artista nipona, alumna aventajada de maestros del jazz como Oscar Peterson o Ahmad Jamal y que desde muy pequeña se inició en el jazz clásico y la improvisación, consiguió llamar la atención de un público que abarcaba un espectro más amplio que el propiamente enfocado al mundo del jazz, con un estilo que escondía influencias tan dispares como Dream Theater o King Crimson. La música de Hiromi discurre por un virtuosismo desbocado que rehuye de encorsetamientos estilísticos, recorriendo los caminos que unen su jazz espídico con los sonidos de la música clásica o del rock progresivo. Spark es el cuarto trabajo de este trío, en el que a presencia de dos ilustres veteranos de la escena del rock y el jazz fusión como son Simon Phillips y Anthony Jackson, se encarga de elevar la sonoridad de su discurso, acentuando su lado más potente y convirtiéndose en una versión revisitada del sonido jazz rock de muchas bandas de los años setenta. (spotify)
Con este canto al amor por el año que se va y antes de echar la llave de sus recuerdos, rescataremos lo poco que ha merecido la pena de su paso por nuestras vidas. Que profundidad, cuanto rencor, pero... ¡qué discazos!
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© Terry O'Neill |
Nick Waterhouse - Never Twice (Innovative Leisure Records). Discazo del amigo Nick. El californiano sigue en su empeño de recuperar las texturas casi olvidadas del R&B de los años de 50, y lo continua haciendo con una pulcritud que invita a sospechar en pactos con extraños. Producción impecable que casi permite percibir el siseo de la aguja del tocadiscos, y una colección de temas especialmente inspirados y rítmicos que consiguen sacar los colores a sus dos ilustres hermanos mayores. En esta ocasión, Nick Waterhouse se sacude cierto hermetismo que habitaba en aquellos fantásticos Time's All Gone (IL, 2012) y Holly (IL, 2014), dotando a este nuevo plástico de un carácter más coral, cediendo un mayor protagonismo a una nutrida banda de competentes colaboradores. Aparte de la aportación más reconocida de Leon Bridges en Katchi, no perder de vista el Hammond de Dan Eisenberg o Wil Blades en Tracy o Straight Love Affair, o ese temazo que es Old Place. Gracias por tanto Nick. (spotify, bandcamp)
Anciients - Voice of the void (Season of Mist). Mientras las autoridades buscan a la que hasta ahora había sido una de las referencias en el progresivo de los últimos años como fueron los suecos Opeth, nuevas bandas florecen en el campo de las estructuras complejas y enrevesadas para tratar de llenar nuestro vacío espiritual. Estructuras que, en el caso del segundo trabajo de Anciients, en ningún caso hacen alejarse al oyente de su línea de vida con un amalgama de notas y piruetas de virtuosismo, pero que perfilan unos temas con la suficiente personalidad como para soportarse por si mismos. Aunque el juego de voces gutural y melódico puede evocar a bandas como Between buried and me, el disco muestra una mayor empatía por el sonido de un sludge progresivo a lo Mastodon, pero sin esconder esa dualidad entre la melancolía y la agresividad que mostraban los mejores Opeth. Tanto la destreza técnica de los canadienses, que llega a momentos escandalosos como la monumetal Whorshipper, como su agradecida variedad estilística, invitan a devorar este Voice of the void sin pestañear. True story. (spotify, bandcamp)
Hiromi Trio Project - Spark (Telarc). Hace años que esta pizpireta artista nipona, alumna aventajada de maestros del jazz como Oscar Peterson o Ahmad Jamal y que desde muy pequeña se inició en el jazz clásico y la improvisación, consiguió llamar la atención de un público que abarcaba un espectro más amplio que el propiamente enfocado al mundo del jazz, con un estilo que escondía influencias tan dispares como Dream Theater o King Crimson. La música de Hiromi discurre por un virtuosismo desbocado que rehuye de encorsetamientos estilísticos, recorriendo los caminos que unen su jazz espídico con los sonidos de la música clásica o del rock progresivo. Spark es el cuarto trabajo de este trío, en el que a presencia de dos ilustres veteranos de la escena del rock y el jazz fusión como son Simon Phillips y Anthony Jackson, se encarga de elevar la sonoridad de su discurso, acentuando su lado más potente y convirtiéndose en una versión revisitada del sonido jazz rock de muchas bandas de los años setenta. (spotify)
Vektor - Terminal redux (Earache Records). La angustiosa soledad de un astronauta en el espacio exterior y sus locas aventuras frente a poderosas fuerzas del mal es el tema que protagoniza el primer trabajo conceptual de esta banda estadounidense thrash metalera (ultra) técnica, en el que además de enfrentarse a su disco de mayor duración, también parecen dar un, todavía tímido, primer paso hacia una ampliación de horizontes más allá del género que los vio nacer. Si la corta, pero prolífica, carrera de esta formación ha sorprendido por una pulcra mezcla del thrash de Voidvoid, el black de Emperor o el progresivo de Rush o Pink Floyd, los cinco años de espera tras su fantástico Outer Isolation, han servido para cristalizar perlas como Cygnus terminal, Collapse o Recharching the world con toque floydiano de regalo. (spotify, bandcamp)
Whores - Gold (Eone) Materialización sonora de la expresión "volar la cabeza". Un geiser de mala hostia inyectado en diez vertiginosos cortes, despachados sin tiempo para presentaciones, en los que el trío de Atlanta carga sin mirar haciendo gala de un sorprendente dominio de la violencia contenida. La acertada producción a cargo de Ryan Boesch (Melvins, Helmet..) consigue mantener a raya la carga de furia que escupe Christian Lembach a la guitarra y voz, sobre una saturadísima base de batería y bajo aguitarrado, sin descuidar una suculenta colección de riffs pegadizos y atreviéndose, incluso, a aderezarlos con sonidos alternativos que en muchos cortes disimulan la profundidad de la incisión provocada. Temas como Mental illness as mating ritual o I see you are also wearing a black t shirt deberían ser declarados banda sonora del cabreo colectivo. (spotify, bandcamp)
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