El pasado 24 de septiembre sus majestades del metal progresivo Dream Theater sacaban al mercado su duodécimo trabajo de estudio bajo el homónimo título de Dream Theater, con la difícil misión de hacer olvidar la alargada sombra del que fuera su principal líder creativo Mike Portnoy, y ya con un Mike Mangini plenamente integrado en las labores de composición.
Pues bien, una vez calmados los ánimos y digerida la frustración inicial, creo estar preparado para un análisis mucho menos sanguinolento de lo que se preveía. El disco decepciona, pero es lo que hay.
Vaya por delante que he sido un absoluto fanático de todo lo que esta banda ha sacado al mercado desde que los descubrí con el memorable Scenes from a Memory. Aquella época junto con los dos discos sucesivos no hicieron más que disparar mi adicción por una banda que reinventaba el concepto del progresivo con esa mezcla del género de antaño, metal y dósis de virtuosismo incomparable.
Pero con el Octavarium de 2006 algo se torció. Aunque había cortes marca de la casa como el tema que da título al disco, por algún motivo la fórmula dejó de convencer. Se notaba cansancio en unas composiciones que recordaban en exceso a temas anteriores, terribles incursiones al estribillo radiofónico y una enredadera virtuosista que enmarañaba los temas en el momento más inesperado. Las dos obras siguientes, el extraño Systematic of Chaos de 2008 y el refrito de Black Clouds and Silvering Lightings de 2010, no ayudaron a enderezar una situación que acabó por explotar con la salida del mítico Mike Portnoy de la banda en 2011.
Tras el bochornoso episodio de la búsqueda de batería, el maestro de las baquetas Mike Mangini ocuparía el puesto para la grabación de un más que irregular A Dramatic Turn of Events de 2011, que aunque albergaba una joya como "Breaking all the ilusions", no ayudó a la banda a encontrar el camino que muchos de nosotros anhelábamos, dejando pocas o nulas esperanzas a que eso ocurriera en el siguiente álbum.
Este nuevo Dream Theater, quizá no merezca ser catalogado como un mal álbum, pero desde luego languidece ante cualquiera de los grandes discos de esta formación. La sensación que transmite es que la banda se ha convertido en una copia de sí misma buscando una y otra vez fórmulas que en el pasado resultaban novedosas pero que una vez usadas suenan repetitivas.
Pues bien, una vez calmados los ánimos y digerida la frustración inicial, creo estar preparado para un análisis mucho menos sanguinolento de lo que se preveía. El disco decepciona, pero es lo que hay.
Vaya por delante que he sido un absoluto fanático de todo lo que esta banda ha sacado al mercado desde que los descubrí con el memorable Scenes from a Memory. Aquella época junto con los dos discos sucesivos no hicieron más que disparar mi adicción por una banda que reinventaba el concepto del progresivo con esa mezcla del género de antaño, metal y dósis de virtuosismo incomparable.
Dream Theater en Systematic of Chaos, 2002 |
Dream Theater, 2013 |
Tras el bochornoso episodio de la búsqueda de batería, el maestro de las baquetas Mike Mangini ocuparía el puesto para la grabación de un más que irregular A Dramatic Turn of Events de 2011, que aunque albergaba una joya como "Breaking all the ilusions", no ayudó a la banda a encontrar el camino que muchos de nosotros anhelábamos, dejando pocas o nulas esperanzas a que eso ocurriera en el siguiente álbum.
Este nuevo Dream Theater, quizá no merezca ser catalogado como un mal álbum, pero desde luego languidece ante cualquiera de los grandes discos de esta formación. La sensación que transmite es que la banda se ha convertido en una copia de sí misma buscando una y otra vez fórmulas que en el pasado resultaban novedosas pero que una vez usadas suenan repetitivas.
Es cierto que una banda como Dream Theater que factura un disco cada dos años tiene complicado que cada obra que saca al mercado aporte algo nuevo a su sonido, y hasta es posible que si este trabajo hubiese salido en su momento, en lugar (salvando temas) de Octavarium, posiblemente mi opinión hubiera sido otra, pero es que aparte de su incuestionable valía técnica empieza a hacerse patente una evidente falta de ideas frescas en el seno de la formación.
John Petrucci, Jordan Rudess junto al ingeniero de sonido Richard Chycki |
Temas como The Looking Glass o Behind the Veil, que parecen descaradamente rescatados de descartes de álbumes anteriores como Images and words o When the dream and day unite, no suenan mal pero no aportan nada demasiado relevante.
Ni siquiera el esperado por muchos tema instrumental, The Enigma Machine, convence en un género en el que Jordan Rudess, John Myung y John Petrucci tenían las de ganar, evidenciando más que nunca el hecho de que la banda necesita un productor que les saque de la burbuja de autocomplacencia en la que parecen verse metidos y capitaneé este barco, por momentos a la deriva.
Ni siquiera el esperado por muchos tema instrumental, The Enigma Machine, convence en un género en el que Jordan Rudess, John Myung y John Petrucci tenían las de ganar, evidenciando más que nunca el hecho de que la banda necesita un productor que les saque de la burbuja de autocomplacencia en la que parecen verse metidos y capitaneé este barco, por momentos a la deriva.
Y es que John Petrucci, ahora único productor, parece no tener el carácter o criterio suficiente para imponer orden entre tanto ego creativo. El trabajo en la producción no sólo es cuestionable en la elección de la línea compositiva sino que también ha levantado debate en la mezcla final. Aparte del excesivo protagonismo que se le ha dado a un Jordan Rudess especialmente poco inspirado, duele particularmente que el sonido de batería que durante años ha sonado con una profundidad exquisita, de la noche a la mañana haya sido relegada al sonido frío y falto de matices de los primeros trabajos.
Hay temas rescatables como la efectiva "The Enemy Within", "The Bigger Picture" o quizá "The Ilumination Theory", que sin ser ni de lejos el mejor tema conceptual que han escrito gana con las escuchas, aunque dudo que ninguna de ellas llegue a un hipotético "The best of...".
En definitiva y pese a lo que pueda parecer, es un disco disfrutable si tiramos el listón. No hay malos temas y hasta es más coherente que A Dramatic....pero agrava una situación de letargo compositivo que se dilata ya demasiado en el tiempo.
Si esta es tu primera inmersión en el mundo DT quizá quedes satisfecho, pero los que hemos vivido su época dorada esto nos sabe a muy poco.Ya va siendo hora de que este teatro nos vuelva a hacer soñar.
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En definitiva y pese a lo que pueda parecer, es un disco disfrutable si tiramos el listón. No hay malos temas y hasta es más coherente que A Dramatic....pero agrava una situación de letargo compositivo que se dilata ya demasiado en el tiempo.
Si esta es tu primera inmersión en el mundo DT quizá quedes satisfecho, pero los que hemos vivido su época dorada esto nos sabe a muy poco.Ya va siendo hora de que este teatro nos vuelva a hacer soñar.
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Tremendo análisis. De acuerdo al 100%
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