sábado, 13 de febrero de 2021

# 67. Los 20 de 2020. Internacionales.

Un año que comenzaba con la muerte de Neil Peart de Rush no podía depararnos nada bueno, pero sumar a su desaparición la de personajes ilustres de la música como Little Richard, Eddie Van Halen o Pedro Iturralde, y añadir a la ecuación una pandemia mundial que se ha llevado a más de dos millones de personas…suena a declaración de guerra. 

En lo que nuestros rivales presentan sus cartas y dan la cara, nos ponemos serios para finiquitar las listas de lo más salvable del año con los mejores discos internacionales editados en 2020. Estad atentos y cuidaos mucho. 

Blues Pills Patric Ulleaus
Blues Pills por Patric Ulleaus

Slift. Ummon (Vicious Circle, 2020)Compuertas comprobadas, cinturones ajustados, motores en marcha e…¡ignición! La idea: un paseo interestelar siguiendo los pasos de otros aventureros del space rock como Hawkwind o Gong, los más cercanos Elder o, si el colocón les da por ahí, los King Gizzard. El punto de partida son las trepidantes Ummon e It's Coming, pero es con la desquiciante Citadel on satellite cuando empezamos a sospechar que el trío francés viaja sin mapa únicamente propulsado por el empuje de la pedalera de Jean Fossat, al que ciegamente parecen seguir la base rítmica que conforman su hermano Rémi Fossat al bajo, y el colega de la familia Canek Flores en la batería. Sí, esto es una ida de olla a base de psicotrópicos, pero por Tutatis...¡más madera! porque el toque jazzero que le encajan a Sonar, o las referencias setenteras de Dark was space, cold were the stars, son oro. Es cierto que todo es espacio sin señalizar, y cuesta orientarse, pero el paisaje es tan estimulante que disculpa el hecho de que en algunos temas el onanismo instrumental se desborde por los límites de nuestra atención. Ya para cuando la banda rebaña las últimas setas de la bolsa con los trece minutos de Lions, tigers and bears, un clima de excitación parece impregnar el espíritu de la excursión por haber llegado a dónde quiera que nos estaban dirigiendo (y nos alegramos por ellos). Goce cósmico. Bandcamp Spotify.

Kvelertak. Splid (Rise Records, 2020). Me ha costado, y mucho, disfrutar del último disco de los noruegos. Quizás las ganas por escuchar lo que el vocalista Ivar Nikolaisen, de The Good, The Bad and The Zugly, podía aportar a Kvelertak tras la marcha de su anterior cantante Erlend Hjelvik, crearon unas expectativas demasiado altas, pero las sensaciones tras paladear los adelantos previos a este Splid me estaban dejando bastante frío. Aquellos singles eran tan limpios, pulcros y repeinados, que serían el sueño de cualquier suegro. Y no es que el Crack of doom que se cascan con Troy Sanders de Mastodon, o la sobresaliente Fanden ta dette hull! tengan ningún mal (aunque Bratebrann juegue incomprensiblemente con dos minutos "sobre par" desde un casi ridículo "hey guitar, c'mon"). Al contrario. El asunto era que estos tres temas, aunque en conjunto más que correctos, conseguían una sensación de "blancura no ruidista" que me incomodaban con una banda como Kvelertak. Pero tranquilidad. Todo se ha quedado en un susto porque, si nos detenemos a repasar el cancionero, la falta de desmadre está bastante lejos de ser una realidad. Dejando de lado el derrape de Tevling (¿Police? ¿en serio?), el añorado trueno nórdico sigue presente en las punkarras Nekrosoft, Uglas Hegemoni o Discord (donde el bajista de Converge, Nate Newton, es invitado a compartir alaridos) o edificado como culto a la brutalidad en ese tridente apoteósico que espera al final del álbum, y en el que la banda se desata a base de black metal burro bien tirado con la "boquiaperturista" Ved bredden av nihil, la mastodóntica Stevdemote med Satan o esa maravilla progresiva que es Delirium tremens, con la que asistimos a la creación de un adorable rodillo destructivo que se va gestando a lo largo de sus ocho minutacos, todo a partir de una dulce brisilla melodiosa. Así que, dicho todo esto, no nos pongamos "ni ni ni". Un poco de por favor. Spotify.


Blue Pills. Holy Moly! (Nuclear Blast, 2020). Llamémosle rock setentero, blues rock o simplemente rock sueco, pero esto es un no parar. Con gente en la comitiva festiva como Graveyard, Lucifer o The Baboon Show, por citar a algunos y no nombrar a la vieja guardia que encabezan grandes nombres  como The Nomads o Hellacopters, Blues Pills se suman a esa lista de grupos que no han conocido la desaparición de la época dorada del rock, con once piezas extraídas de la inagotable gran cantera sueca. Blues Pills no son nuevos. Ya en 2014 editaron el muy meritorio Blues Pills (Nuclear Blast, 2014) con el que se dieron a conocer, aunque desde entonces ha habido algunos cambios reseñables que, si bien no han hecho peligrar el concepto, han obligado a pequeños ajustes. La formación, ahora encabezada por la voz de Elin Larsson y el bajista Zach Anderson (quien en este disco se ha reconvertido en guitarra tras la marcha de su anterior guitarrista, Dorian Sorriaux) tiran de una cartuchera bien provista de "rompenucas" como muestran las Low Road, Dreaming my life away Kiss my past goddbye, y cortes destilados del soul como California o Proud woman. Pero realmente donde el cuarteto sueco gana la partida es en el espectro de las bajas revoluciones, recreando acertadísimas ambientaciones de luz tenue y "wijkito" en mano a las que invitan las formidables Dust, Wish I’Known o Song from a mourning dove. Discazo. Spotify.

Huntsmen. Mandala of fear (Prosthetic Records, 2020). Un muy interesante álbum que, aunque enraizado en el rock progresivo clásico, luce un frondoso ramaje del que sobresalen el stoner, post metal o los fascinantes mundillos del sludge más colorista. El experimento se abre con la irresistible Ride out, que resalta sus atractivos setenteros en la voz de Aimee Bueno, pero que no rehúye del griterío salvaje para dejar claro que la cosa no sólo va por los senderos de YES. Dos magníficas Colossus y Atomic storm, o el recuerdo a Tool en la oscuridad de Pirates of the waste, enfangan la sensación de encontrarte ante una nueva oda al progresivo setentero. La exquisita factura instrumental del disco casi hace pasar inadvertido el punto débil de la banda: las voces. Pese a que el guitarrista Chris Kang tome protagonismo en los tramos "limpios", o el baterista Ray Knipe haga lo mismo en los  momentos más duros, ninguno de ellos consigue destacar como un buen cantante, aspecto que consiguen minimizar con la incorporación de Aimee Bueno en las labores de coros y solista en un par de cortes, y que pone una necesaria pincelada de color a la estupenda variedad sonora del trabajo. Aunque se trate de un disco algo largo, quizá demasiado, el hecho de que opten por apoyarlo en su faceta instrumental ayuda a disfrutarlo, y a que lleguemos con suficientes ganas a la segunda parte del mismo como para disfrutar de la tormentosa "balada" con toque de épica industrial que recuerda al último trabajo de Obsidiam Kingdom en Bone cathedral, guiños a Mastodon o Baroness en las fantásticas A nameless dread o Awake at time's end, o la invocación a Neurosis de The silver lining. La cosa les ha quedado más que apañada. Bandcamp. Spotify.

Chubby & The Gang. Speed Kills (Partisan Records, 2020). ¿Un chute? Vamos con él. Porque un disco que comienza con un ferviente discurso del reverendo Jimmy Snow en 1956 denunciando la maldad del rock 'n roll sólo puede traer cosas buenas. Si hace unas semanas escribíamos acerca de The Damned, aquí tenemos a unos dignos sucesores de su sonido más macarra. Rock',n roll de pub, salpicado de punk insolente, y encapsulado en sopapos de entre minuto y medio y tres, para invocar no solo a los citados Damned, si no también a Motörhead, Ramones y todas las puñeteras fuerzas creadoras de la patada en boca musical. Aunque los cortes Trouble y Grenfell forever alejen el disco del "súper perfect", el resto de la colección contiene suficiente metralla para fulminar a las neuronas disidentes. Qué decir de las Speed kills, Moscow o Union dues.. "El peligro de la música rock 'n roll y por qué predico en contra de ella. Creo que es un factor que contribuye a nuestra delincuencia juvenil de hoy. Sé lo que te hace. Y sé del sentimiento de maldad que sientes cuando la cantas. Y sé la … la … posición perdida en la que te pones … y el ritmo … bueno … uhmm … si hablas con el adolescente promedio de hoy y les preguntas qué es se trata de la música rock 'n roll que les gusta, y lo primero que dirán es el ritmo, el ritmo, ¡¡¡EL RITMO!!! ” A saco. Bandcamp. Spotify.


All Them Witches. Nothing as the ideal (New west records, 2020). Subirse a lomos de cualquier disco de All Them Witches, significa coger el petate y plantarse en medio de la nada con un buen puñado de pastis alucinógenas. Psicodelia cargadita, pausada, pero con arranques de tensión guitarrera que te regalan un billete a carreteras desnudas, paisajes solitarios, polvo en el ambiente y una sensación de ingrávida libertad. Esta vez, la cosa comienza con el galope inquietante de Saturnine & Iron Jaw que, junto al músculo de Enemy of my enemy, nos toma de la mano para cruzar la niebla que hace de antesala de uno de los trabajos más completos del trio norteamericano. A lo largo de los siguientes cojonudísimos cuarenta minutos, el trío nos pasea por ambientes tan diversos como los que dibujan la hipnótica y aplastante See you next in fall o la maravillosa The children of coyote woman, haciéndose pulso a pulso con el control de nuestra voluntad, y tejiendo ante nuestras narices la tela caleidoscópica sobre la que, sin dudarlo, nos dejamos caer con gusto para empaparnos de temacos como 41, la jevylorra Lights out, o el épico final de Rats in ruin. Heavy psycho blues que le llaman, pero sobre todo una nueva oportunidad para columpiarse entre esos abismos de oscuridad y psicodelia que tanto nos gustan, acompañados por una de las bandas con más carisma de las que se pasean por este blog. Bandcamp. Spotify.

Testament. Titans pf creation (Nuclear Blast, 2020). Aviso a navegantes: Que no tengan que llegar los llamados “Días de las alabanzas” para que se reconozca la carrera de una de las bandas con más solera del olimpo del Thrash Metal (con mayúsculas, sí). Los chicos del cantante Chuck Billy, al igual que ocurre con otros "debutantes" de la escena como Exodus o Kreator, llevan tiempo sacando brillo a su tercera juventud a base de discazos como templos. Es verdad que desde la vuelta de  Alex Skolnick a la guitarra, allá por 2008 con el formidable The formation of damnation (Nuclear Blast, 2008) al que siguieron los no menos fantásticos Dark roots of Earth (Nuclear Blast, 2012) y The brotherhood of the snake (Nuclear Blast, 2016), la cosa no había bajado del notable alto, pero lo de este Titans of creation (Nuclear Blast, 2020)… son palabras mayores. Pandemia o no pandemia, como cada cuatro años la órbita de Testament volvía a dejarse ver en el cielo discográfico para goce y disfrute de todo amante del buen metal, y eso sólo podía significar la llegada de un nuevo discaco. Nada nuevo en su sonido, aunque dé la sensación de que se hayan esmerado en pulir todavía más una fórmula que ya tienen sobradamente interiorizada, y de la que todavía saben extraer piezas tan poderosas como Children of the next level, WWIII, la acojonante Night of the witch, o la mega súper acojonante Curse of Osiris. Lo hacen tan fácil, que hasta parece que lo suyo es mera rutina. Aunque claro, eso de tener a Skolnick a las seis cuerdas, y a Gene Hogan en la batería es como ver jugar a los Harlem Globetrotters. ¡Larga vida! Spotify.

Motorpsycho. The all is one (Rune Grammofon, 2020). Lo de estos noruegos me tiene realmente intrigado. ¿Es posible no bajarse de la excelencia en cada uno de los lanzamientos discográficos en los que se embarcan? Como siempre esta gente no tiene casa, ni amigos, ni familia, y nos preparan para el menú de 2020 un disco doble (o triple según se mire) incluyendo entre sus 13 canciones, una más “grande” dividida en cinco actos. The all is one completa la trilogía que se iniciaba por The tower (Stickman Records, 2017) y The crucible (Stickman Records, 2019), contando de nuevo con una espectacular portada del pintor noruego Håkon Gullvåg - lo que ha acabado por bautizar la saga como la trilogía Gullvag-. Para una mejor digestión, se puede ver esta nueva creación estructurada en torno al tema central N.O.X. que como decimos cuenta con cinco movimientos, los cuales parecen alimentarse de la energía cinética de sus cortes II. Ouroboros y IV. Night of pan. Como la mayoría de los discos de Motorpsycho, no son discos a los que convenga acercarse, si no más bien que ellos se acerquen a ti. No hay una única melodía que aborde el conjunto de las dos horas de duración del trabajo, con lo que se trata de bloques que gozan de la suficiente autonomía como para escucharlos por separado. La emocionante The All is one, primera canción del disco, junto con The same old rock y Magpie, apuntalan un disco inmenso (tanto por su calidad como por su duración), que tiene los bemoles de llegar al final sin muestras de agotamiento luciendo las delicadas A little light, Drowser o un temaco como Dreams of Fancy. Más no os puedo decir. Si se os hace largo dadle una vuelta a lo de rescatar las caras A, B...y C, pero os advierto que en 2021 sacan otro. Gloriosos. Spotify.


Emma Ruth Rundle & Thou. May our chambers be full (Sacred bones, 2020). Proyecto a dos bandas (nunca mejor dicho), que consigue que ninguna de ellas pierda la personalidad que las hace reconocibles. El resultado crea el efecto sonoro de estar escuchando dos álbumes distintos por dos canales diferentes, aunque de forma lo suficientemente intensa como para que ambos se permitan existir independientemente. La magia del asunto es que es sonando juntos cuando consiguen llegar a una profundidad de negrura que por separado no hubiesen alcanzado (el todo es más que la suma de las partes). Así, la belleza emerge uniendo dos elementos que podrían considerarse opuestos como son la melancólica voz de Emma Ruth Rundle, y la agresividad gutural de Bryan Funck, cantante de Thou, y que en este trabajo se conectan como si fueran dos caras de una misma moneda para dar con un cauce común en los terrenos del sludge y del grunge como muestran canciones como Monolith o Into being, que de alguna forma mantienen vivo el pálpito de la escena noventera de Seattle, trayendo hasta nuestro días (y en dimensiones sonoramente diferentes) los ecos de bandas como Soundgarden o Melvins. Algo que no sorprende demasiado si atendemos a la recopilación de temas tributo a Nirvana que la banda Thou sacó este mismo 2020 en las carnes de Blessings Of The Highest Order, espíritu que ahora se ve enriquecido con la voz de Emma Ruth, quien como curiosidad ya participó en la gira de Cult of Luna y su Dawn of fear del pasado año (el círculo se cierra). Como dice un amigo, es posible que todo esto lo hayamos escuchado antes, pero cuanto más lo escucho más me gusta. Bandcamp. Spotify.

The Ocean. Phanerozoic II: Mesozoic / Cenozoic (Metal Blade Records, 2020). Directos al Top 5 de este año. Cuando pensábamos que el post metal ya no iba con nosotros, meteorito al canto y The Ocean vuelven a apretar la bombilla de la lucidez del género, esta vez recordando aquellas tardes en las que los dinosaurios se extinguían y dejaban paso a los mamíferos y plantas que más tarde conoceríamos en nuestra era. El proyecto ya de por sí es atractivo: dedicar un álbum a cada uno de los periodos en los que esto que conocemos como Tierra se iba gestando, pero si además la idea viene acicalada con una tensión y una ejecución instrumental tan potente, nos damos de bruces con una enriquecedora versión metalera del "Era una vez…la Tierra". El álbum amanece con la perturbadora e hipnótica Triassic, que a golpe de melodía arabesca es la encargada de introducirnos en este túnel del tiempo que nos plantea el colectivo alemán, antes de que uno de los temas más conseguidos de su discografía escenifique la desaparición de los dinosaurios con Jurassic/ Cretaceus, con la ayuda de Jonas Renkse de Katatonia, y esos 13 minutos que están a la altura de la estruendosidad del impacto de un meteorito y sus consecuencias. Pero aunque la existencia de semejante burrada argumente la entrada de este trabajo entre lo mejor del año, el grupo sabe dosificar el descenso del subidón conseguido manteniendo la tensión con Palaeocene, y la voz de Tomas Liljedahl (Novarupta, Breach), para plantear después un suave vuelo raso por el valle que proponen Eocene y los sintetizadores de Oligocene. Pero hay más, porque la fiesta de la creación continua con otros dos choques sonoros que se desencadenan en las "fabulosísisimas" Miocene/Pliocene (con esos jugosos coros que rezan "eres único pero desaparecerás de esta sombría esfera celestial") y Pleistocene, donde vuelcan su lado más blackie para jolgorio popular, pero que tristemente prepara el final del ejercicio para la entrada de la evocadora Holocene. Se me caen las lágrimas. Bandcamp. Spotify.


Polizones. Bruce Springsteen. (Letter to you, Columbia 2020). Un ejercicio de nostalgia. Cierto. Pero es que este año estamos un poco así, y ver que uno de esos personajes que caen bien (porque cae bien), saca un disco con ecos de sus mejores tiempos, es como para dibujar una sonrisa en la cara, que tampoco queremos mucho más; les pasará lo mismo a los seguidores de Bob Dylan y Neil Young, así que habrá que celebrar sus discos. Rough and rowdy days (Columbia Records, 2020) uno de los mejores trabajos del nobel de literatura, quien le da un revolcón de excelencia al género de las "murder ballads" con un repertorio digno de saborear a mordiscos de vista y oído. Otra cosa es Homegrown (Warner, 2020) de Neil Young, en el que el músico canadiense rescata una grabación de 1975 producto de una ruptura sentimental que hasta hoy no se ha visto con ganas de desempolvar. AC/DC también se ha venido arriba con la pandemia y su nuevo Power Up (Columbia, 2020), y al menos aunque solo sea por esto lo celebraremos, más cuando todo apunta a que puede ser el último de la banda.


En cuanto al resto, qué deciros. El año ha estado salpicado por maravillas metaleras como las que mostraron nuestros amados Kreator en abril con un single que nos dejaba con la boca hecha agua, 666, aunque no se llegase a materializar en nada más. El obús deathmetalero de Ulcerate con Stare into death and be still (Debemur Morti Productions, 2020); la siempre cautivadora melancolía de una de nuestras bandas favoritas, Sylosis, y su Cycle of Suffering (Nuclear Blast, 2020); un trabajazo medio progresivo, medio black, medio sludge a cargo de Black Crown Initiate con Violent Portraits of Doomed Escape (Century Media, 2020) y que a puntito han estado de colarse en el Top10; el tecnicismo de Intronaut con Fluid Existential Inversions (Metal Blade Records, 2020) y que son otros que han estado ahí cerca del podium (al loro con el trabajo del batería Alex Rudinger); o la nostalgia con sabor a Kylesa que despierta el discazo de Bruxa María (The Maddening, Hominid Sounds 2020). Fuera del sector siderúrgico, James Hunter Six (nick of time, Daptone Records, 2020), nos recuerda la fantástica labor de Daptone Records en este mundo; la dulzura de Phoebe Bridges en Punisher (Dead oceans, 2020) porque no todo van a ser gritos; el nuevo lanzamiento gamberro de los The Good, The Bad & The Zugly en Algorithm & Blues (Fysisik Format, 2020); o la conjunción interplanetaria de James Williamson (Stooges, Iggy Pop) con Deniz Tek (Radio Birdman) en Two to one (Cleopatra, 2020)

 


Escuchar la lista de Spotify con los mejores discos internacionales, y las canciones de la semana de 2020.



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