"Su post punk fronterizo de ademanes industriales, esa nostalgia new wave de poso metálúrgico, y su condescendencia hacia el rock gótico, los catapultaron al reconocimiento alternativo casi en cuanto pusieron un pie en la escena inglesa de finales de los setenta. Reyes de una tinieblas asentadas en las melodías y magos de los avances tecnológicos, en cuanto a sonido y producción, asumieron un papel secundario (pero imprescindible) en un mercado que nunca los alzaría como protagonistas de grandes adulaciones. Tardes de tormentas eléctricas, ciénagas progresivas que derivan en techno, un sólida esencia punk y un amor declarado al metal y la lírica esotérica, en quince álbumes de estudio —el último de 2015, Pylon — y un sinfín de sencillos, que bordan la obra de un grupo tan delirante como inspirador".
Sara Morales, Efe Eme, "Killing Joke, 40 años transformando la materia"
Con todos ustedes, el fascinante mundo de Killing Joke.
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Killing Joke por Tom Barnes |
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Nuestros muchachos debutaron con un formidable EP Turn to Red (Malicious Damage, 1979) donde se cocían ecos de reggae, junto a una canción titulada Are You Receiving? cuyas hechuras acabarían por identificar el estilo de la banda. Por aquellos días saltaban a escena ataviados con monos obrero (look que mantendrá Coleman a lo largo de sus apariciones con Killing Joke), y aireaban un discurso apocalíptico sobre el pánico nuclear o la tensión laboral creciente, estrenando un ideario que buscaba "definir la belleza de la era atómica en términos de estilo, sonido y forma".
Le siguió una brillante puesta de largo, de nombre homónimo (Killing Joke, Polydor Records, 1980), que arrancaba con el pulso penetrante de Requiem, y que abría camino a una de las lanzas insignias de la banda, Wardance. Un preparado de baile, electrónica, guitarreos industriales, ritmos tribales y violencia concentrada, que advertía de lo que la formación tenía preparado para nosotros las siguientes décadas. Todo lo recogido en aquel álbum era un puñetazo en la mesa que desorganizaba la baraja musical del momento. The Wait, que los mismísimos Metallica versionarían en sus sesiones garageras de 1985, se arropaba de metralla tan pesada como Change, Complications, Bloodsport o Primitive, en la que hasta podríamos adivinar guitarrazos que luego tomarían forma en el Brit Pop.
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Primero conciertos de KJ, fotografía de Michael Grecco |
Las aguas electrónicas comenzaron a sentirse más claramente en su segundo What's this for...! (Polydor 1981). Continuaban donde lo habían dejado, pero sin tanta brillantez. El disco tenía un acabado sonoro más plano y reinaba la sensación de una banda lastrada por ritmos tribales algo monótonos, aunque cabía destacar cortes como Butcher, Follow the leader o Exit. Mejor les sale su siguiente Revelations (Polydor 1982), más cromático, más divertido y mucho más variado, con un Geordie Walker que le va cogiendo el gusto a eso de los vaivenes de las ondas guitarreras y ganando posiciones a los tambores. En los mandos de la producción se colocó Konrad "Conny" Plank, el considerado Phil Spector del Krautrock, que ayudó a dar a luz temas tan lustrosos como Empire Song, We have Joy o Chop Chop, o la gamberra Land of milk & honey. Pero si por algo se recuerda este trabajo es por la fuga "pre apocalíptica" de Jaz Coleman, quien empachado de holocausto nuclear y la figura de Aleister Crowley en mente, salió por patas rumbo a Islandia huyendo de un "inminente cataclismo". Fruto del caos de aquellos días, Youth dejó la banda y fue reemplazado por Paul Raven.
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Killing Joke con Paul Raven por David Corio |
La llegada de Raven trajo consigo Fire Dance (Polydor 1983), producido por la banda, y objetivamente mucho más acertado y completo que los dos anteriores. Gathering o Fun & Games, se ven atrevidas y lucen menos esquizofrenia compositiva que alguno de los cortes de sus hermanos mayores, y se nota que la banda va relajando su obsesión por la percusión "mántrica" y sumando ingredientes a su alquimia, con canciones buenas como Frenzy o Harlequin, muy buenas como Feast of blaze, Let's all go, o inclusiones en el mundo industrial con ruiditos de tuercas en Dominator. Dejando de lado su debut, vuelven a conseguir comulgar todo el "Cristo compositivo" que tienen alrededor. Que no es poco.
En 1984, la banda se trasladó a Berlín para grabar junto al productor Chris Kimsey. Un tipo con un currículum de lo más florido, en el que destacaban trabajos con los Rolling Stones en Sticky Fingers, Undercover o Steel Wheels, que supo extraer la vena más melódica del conjunto sin menospreciar su mala leche, y cuya mano fue clave en la gestación de dos álbumes fundamentales en la discografía de los ingleses: Night Time (Polydor, 1985) y Brighter than a thousand suns (Polydor, 1986). Dos trabajos como dos soles, plagaditos de ganchos comerciales como Night Time, Darkness before Dawn, el riffazo de Kings & Queens, y cosas tan sensacionales como Adorations, Rubicon, esa súper ochentera Chessboards (tan Rush), o el que acabaría siendo su mayor hito radiofónico Love like blood.
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Jaz Coleman por Brian Rasic |
Pero aquí se inició un proceso de quiebra acrecentado por la falta de liquidez monetaria y la presión de una discográfica que ya había olido "la sangre" de un hit como Love like blood. Además de esto, el ego cada vez más indomable de Coleman, derivó en la salida de la sección rítmica de Ferguson y Raven tras discrepancias en la grabación de un nuevo disco, hecho a imagen y locura de Coleman, (Outside the Gate (Virgin, 1988)), que quizá no debía haber salido al mercado con la etiqueta Killing Joke.
Tras dos años, en los que fueron despedidos de Virgin, volvieron con fuerza guitarrera dejando de lado los sintetizadores y la poesía, para lanzarse a la furia de Extremities, Dirt and Various Repressed Emotions (Noise, 1990), para el que contaron con Martin Atkins a la batería, ex militante de Public Ltd y Ministry, que se sumó a las labores de producción, y Paul Raven de vuelta a corrales en las líneas de bajo. La cosa vino con un comienzo arrollador bajo el brazo, con canciones potentes como Money is not our god y Age of greed, ese The beautiful dead que enamora hasta los huesos (¿Oís a unos QOSA?), maravillas como Slipstream o Struggle, y trallazos como Intravenous, que constituyen todo un paso de ecuador entre su etapa más onírica y el guitarrazo sin mesura de los años venideros.
Tanto a nivel coral como individual, fueron años bastante enriquecedores para la banda. Youth se hacía un nombre como productor (su discográfica Butterfly Records, un sello más propio de música electrónica, se encargaría de los dos siguientes discos de Killing Joke); formó un dúo musical llamado Blue Pearl con la cantante Durga McBroom, publicando sencillos como Naked in the Rain que llegaron al puesto cuatro en la lista de Reino Unido, y el quinto en la lista de dance en 1990; y hasta unió sus fuerzas con sir Paul McCartney en el dúo The Fireman. Jaz Coleman por su parte lanzó, en las labores de compositor y violinista, y junto a la teclista Anne Dudley, su primer álbum puramente instrumental, Songs from the Victorious City (China, 1990) influenciado por la música de Oriente Medio. El cantante iniciaría así una carrera clásica más que reseñable que a lo largo del tiempo ha traído consigo, entre otros logros, la composición de varios discos de rock sinfónico inspirados en la música de Pink Floyd, Led Zeppelin o The Doors; trabajar con la Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda; ser compositor residente de la Orquesta Sinfónica de Praga; componer una ópera para la Royal Opera House de Covent Garden de Londres; dirigir en 2011 a la Orquesta Sinfónica NSO (EAU) para la ceremonia de apertura de la Copa Mundial de Dubái de fútbol; o haber grabado en 2019 un disco de música clásica inspirado en el universo de Killing Joke, Magna Invocatio: A Gnostic Mass For Choir And Orchestra Inspired By The Sublime Music Of Killing Joke, con la Filarmónica de San Petersburgo.
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Jaz Coleman por Ester Segarra |
Pero volviendo a la historia de Killing Joke, la banda tiraría la casa por la ventana en su siguiente disco Pandemonium (Butterfly, 1994) para el que conseguirían registrar las pistas vocales de los temas Pandemonium, Exorcism y Millennium en (atención) la Cámara del Rey de la Gran Pirámide de Giza. Un "sujétame el cubata" en toda regla, con soborno al ministro de cultura de turno y mediación de una estudiante de egiptología llamada Mary Lomando, que se inició cuando Youth (otra vez de vuelta, y a los mandos de la producción) viajó al Cairo junto a Coleman buscando un estudio de grabación para el nuevo álbum, tras la buena experiencia que tuvo el cantante en la ciudad con su Songs from the Victorious City. Más allá de la anécdota, los latidos de folclore árabe se sienten en un trabajo que acaba por resultar toda una compilación de aciertos. Aparte del atronador arranque con los cortes Pandemonium, Exorcism y Millennium, el asunto se viene muy arriba con la fantástica Black Moon, la muy Ministry Whiteout, o esa inclasificable perla que es Mathematic of chaos, con contoneos bailables a lo Underworld.
Su siguiente Democracy (Butterfly, 1996), continuaría la veta abierta en Pandemonium (también con Youth en bajo y producción, pero con batería de sesión de Geoff Dugmore), aunque sin alcanzar picos tan sobresalientes como lo harían sus sucesores. Dicho esto, y ya en formato "destilamos discos como churros gran reserva", luce un ramillete de diamantes con toques psicóticos, bailables y deliciosamente adictivos como Intellect (que sigue tirando de toque árabe), Medicine wheel, Another Bloody Election o la misma Democracy. Por cierto, que hay una versión con las pistas instrumentales del tema que da título a este álbum, grabada por la banda de metal extremo Carcass, con el nombre de Democracy Rooster Mix.
Su obra cumbre llegaría siete años después con un segundo disco homónimo (Killing Joke, Epic 2003). Producido por Andy Gill de Gang of Four, y con nada más y nada menos que Dave Grohl a las baquetas, cuya participación (se dice que gratuita) hay quien la liga al gran parecido de Come as you are de Nirvana con el Eighties de Killing Joke presente, precisamente, en su otro álbum homónimo de 1980. Sea como fuere, inicialmente el proyecto estaba llamado a ser un combinado de baterías (John Dolmayan de System Of a Down y Danny Carey de Tool ya tenían grabadas sus pistas), pero en cuanto Dave Grohl se puso con el asunto, la cosa no tuvo vuelta atrás. El disco vino al mundo a modo de tormenta sonora perfecta sin un solo segundo de relleno, poniendo los pelos de punta desde el primer aliento de The Death & Resurrection Show; y siguiendo con un Asteroid, que podría bloquear el sol y acabar con toda la vida en la tierra. Pocas bromas. Desde la locura tribal de Implant (trabajazo de Grohl); un Geordie Walker cabalgando como un Dios sobre las Blood on your hands o Seeing Red; la épica de You’ll never get to me; la amargura que delira The House That Pain Built, o la puñetera demencia de Total Invasion. Tras un colapso atómico solo quedarán las cucarachas y los ecos de este trabajo.
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Jaz Coleman junto a Dave Grohl por Ross Halfin |
Aguantando la onda expansiva de semejante portento, y de nuevo con la vuelta de Paul Raven en las cuatro cuerdas, lanzarían Hosannas from the Basements of Hell (Cooking Vinyl, 2006). Un disco disfrutable (la marmita de líneas de guitarra del chef Walker seguía sin tener fin), quizá algo pasado de peso de producción, pero que mostraba a una banda a velocidad crucero a la que parecía no costarle eso de sacar discos por encima del notable. Lamentablemente Paul Raven moriría poco después en 2007, pero su despedida "sirvió" para que formación original se volviera a juntar tras veintidós años, con la vuelta del batería Paul Ferguson.
Absolut Dissident (Spinefarm, 2010) fue el trabajo que materializó dicha reunión y devolvió sabores añejos que hacía tiempo que no empastaban tan bien. Bajaron los decibelios, se reducía el octanaje industrial, y el post punk acechaba de nuevo, regresando la química de antaño como si nunca se hubiese marchado, en un disco acuñado por todos los integrantes en la producción. La mano electrónica se posa en temas tan descarados como European super state, envolviendo al artefacto de una energía destructiva más amable, a lo que ayudaba una batería más orgánica y menos abrasiva. Quizá no sea su trabajo más espléndido pero, sin duda, sí un trabajo bien parido, que sigue la suma de genialidades como Here comes singularity, ese reggae metalúrgico que crece en Ghosts of Ladbroke Grove, o grooves guitarreros marca de la casa como el tema que da título al disco.
Dos años después, coincidiendo con la caída sobre nuestras cabezas de la "hecatombe del calendario maya" de 2012, la banda mejoraría la buena dinámica adquirida con un disco superlativo, MMXII (Spinefarm, 2012). De temática diversa, el álbum repasaba asuntos de interés social desde distintos prismas, como la política en Fema Camp, la problemática ambiental en Pole Shift, o esa oda al amor imposible que esconde la maravillosa In Cythera. Grabado en Granada, y producido de nuevo por la banda al completo, podemos estar junto con su homónimo de 2023 y Night Time de 1985, ante uno de nuestros trabajos preferidos. A ver quién es el guapo que le tose a temas como Rapture, Trance o Corporate Elect, o la emocionante On Hallow's eve. Sensacionales.
Pero como todo en esta vida, las cosas llegan a su fin. En 2015 se editaba, salvo sorpresa, el último álbum de estudio de esta formación inigualable (aunque en 2022 lanzaron el estupendo EP Lord of Chaos). Pylon (Spinefarm, 2015) con el que hacían temblar la lógica de que una banda tras cuarenta años de vida no pueda poseer una discografía como la que lucen los británicos, volviendo a sonar más fuertes, más empastados y más actuales que nunca. Lo de que Dawn of The Hive pueda agujerear una plancha de acero de varios metros de espesor es una cuestión de tiempo, qué decir de absolutos jitazos como New Cold War, Euphoria o Big Buzz, o armas de destrucción masiva como I am the virus (¡esto cómo se come!), o la brutalidad de Into the unknown...dioses.
Disfruten de la lista.
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