sábado, 9 de marzo de 2024

# 80 - Parecidos razonables (Parte I)

“La originalidad no tiene precio, en cambio la autenticidad es inexistente. No deberíamos molestarnos en ocultar nuestro robo, deberíamos celebrarlo. Como dijo Jean Luc Godard: No es de donde tomamos las cosas, es adónde las llevamos” Jim Jarmush. Movie Maker Magazine, n 54   

Crear una obra musical de la nada, requiere utilizar retales a partir de vivencias y talento, en una proporción que no siempre es fácil controlar. En la música, la ley española no marca una línea que discrimine un plagio y un parecido, y simplemente se limita a dejarlo en manos de lo sustancial que suponga para la canción dicha referencia. Así, muchas veces la disputa entre un robo y una inspiración es tan sutil que puede que simplemente se trate de quién llega antes a una melodía, o a haber escuchado lo mismo tantas veces que se acabe por no diferenciar hasta qué punto algo es verdaderamente propio. 

También puede ser como dice Manuel de Lorenzo en Jotdown, que a estas alturas ya no quede mucho por inventar y estemos recorriendo una y otra vez el mismo camino. Al final, es una cuestión de ritmo, melodía y armonía, lo que sumado al hecho de acumular, ya, decenas de años de música popular, eleva la probabilidad de encuentros fortuitos. Por este motivo, en el reto de hoy, buscaremos colisiones en las que el azar, o el vicio, han provocado...¡Parecidos (musicales) razonables!

Marvin Gaye por Jim Britt
Los derechos de autor comenzaron, y tomaron peso artístico, con la aparición de la imprenta. Antes de ellos, casi se consideraba un honor que un intérprete escogiese una obra ajena para crear variaciones de la misma, o directamente incluyese una parte de ella en su creación. De hecho, como se puede ver en el fantástico artículo de Félix Grillo en la revista Ritmo, la música clásica desde el barroco hasta el romanticismo, está plagada de casos de apropiaciones, atribuciones o expoliaciones de distinta índole. Desde los coqueteos de Bach con la música de Vivaldi, los de Litz con Mozart, o la loca teoría de Beethoven influenciado en el Siglo XVIII por la música folclórica mexicana (Rtve - Los Clásicos).

Hablando de música clásica, y a este lado de la historia, hay y ha habido artistas del rock, pop y alrededores, que han elegido piezas de aquellos "ancestros musicales" para montar sus legos creativos. Dentro del catálogo del cancionero ibérico, por ejemplo, Karina en su Concierto para enamorados usó sin pudor la obra Minueto en Sol Mayor, inicialmente atribuida a Johann Sebastian Bach pero que (mira tú por dónde) ahora su autoría recae sobre el compositor y organista alemán Christian Petzol; o Julio Iglesias en su Quiéreme, quien fusiló las Danzas Polovtsianas de Aleksandr Borodín, hasta el punto de incluir al compositor ruso en los créditos. En la liga internacional Lady Gaga tomó el violín sampleado de las Czardas de Vittorio Monti para su insoportable Alejandro (que también puede que a alguien le recuerde a cualquier canción del grupo sueco Ace of Base, y muchos coincidirían en Don’t Turn Around); Paquito D`Rivera hizo alusión de forma pianística en su To Brenda with love el Preludio y Fuga Nº 2 en Do menor de Johann Sebastian Bach; Muse tiene un amplio repertorio de guiños a los clásicos, y de los que podríamos encontrar muchas más referencias que Collateral Damage Outro donde recuerdan a la Nocturne en E-flat Major de Chopin, o su mítico Plug in Baby que se vuelve loco con la Toccata and Fuge in D minor de Bach; y hasta también hay quien encuentra un calco entre Seven Nation Army de The White Stripes y la parte final de la Quinta Sinfonía de Anton Bruckner.

The White Stripes por Pieter M. Van Hattem

Un caso particular de aparente "expolio" de lo clásico lo protagonza John Williams, autor de bandas sonoras tan absolutamente icónicas como Indiana JonesSuperman, E.T., Parque JurásicoTiburón, La lista de Schindler o Harry Potter, ha sido acusado en más de una ocasión de adentraese demasiado en los terrenos de la copia. Internet está plagado de ejemplos, pero por citar alguno: La Marcha Imperial de La Guerra de las Galaxias, (La Marcha Imperial con mayúsculas)) y conocida como el tema de Darth Vader, se asemeja sospechosamente a la marcha de El amor de las tres naranjas (menos máyúsculas), la ópera de Sergei Prokofiev; la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvořák es reconocible en la banda sonora de Tiburón; el Cascanueces de Tchaikovsky es inquietantemente similar a la banda sonora de Solo en casa; como también lo es el último movimiento de la Tercera Sinfonía de Aaron Copland al Himno a los caídos de la película Salvar al Soldado Ryan.

Casos como este, nos dan pie para recordar cómo en la primera parte de esta entrada, hablábamos de forma velada de la criptomnesia. Fenómeno que se da cuando se recuerda algo que está almacenado en la memoria, pero no se experimenta como un recuerdo. La persona tiene la sensación de haber tenido una idea nueva y original fruto de su propia creatividad e inspiración, pero en realidad el origen de esa idea es un recuerdo latente en su memoria por haberla escuchado en alguna parte. Por ejemplo, este fenómeno podría explicar algo tan curioso como la cantidad de grandes éxitos del pop/rock, ligados al canon de Pachelbel. Esta regla musical, establecida por el músico Johann Pachelbel, consiste en una composición en la que una serie de voces (en este caso los tres violines a los que se refiere el título de la obra) se imitan y persiguen por el pentagrama, y que se complementa por el sonido constante de un bajo, en este caso un contrabajo (Jaime Altozano dixit), e internet está plagadito de videos que demuestran que la música de OasisDont look back with angerGreen Day, Basket Case, o Kylie MinogeI Should Be So Lucky, siguen este patrón.

Pero si bien es cierto que las composiciones de más de una generación suelen caer en la libertad de uso, en la historia de la música moderna se han dado casos curiosos. El tema All by myself que popularizó Celine Dion en 1996, y que todos hemos tenido la oportunidad de aborrecer en algún momento, fue recauchutada inicialmente por el cantante Eric Carmen en 1974. Éste personaje, líder de los Raspberries y que almacena munición utilizada en películas como Dirty Dancing, se ayudó del segundo movimiento Adagio Sostenuto del Concierto para Piano No. 2 de Sergej Rachmaninoff (fechado entre 1900 y 1901) para la elaboración de dicho pastel. Como hemos comentado, casi siempre estos temas están fuera del alcance de los derechos de autor por haber caducado éstos. Y en el caso de Carmen así fue...en EEUU, pero fuera de ellos los derechos se matenían vigentes y en manos de la Sergej Rachmaninoff Foundation (con los herederos del compositor ruso al frente), quienes demandaron al cantante. Finalmente se llegó a un acuerdo en el que la fundación recibiría el 12 % de los derechos del tema y, ya que estaban, "regularizaron" otro tema incluido por Carmen, Never Gonna Fall in Love Again, que se basaba en el tercer movimiento de la Sinfonía n.º 2 de Rachmaninoff.

Y es que hay herederos de patrimonio musical que funcionan como una perfecta máquina de rastreo y demanda. Y si no, que se lo digan a Ed Sheeran, quien en abril de 2023 fue absuelto de una reclamación lanzada por los herederos de otro Ed, Townsend, el cual en 1973 escribió junto a Marvin Gaye el tema Let's Get it On. Los afligidos familiares de este segundo Ed creían a pies juntillas que esta cancion había sido plagiada por el primer Ed, Sheeran, en su tema Thinking out loud. La acusación afirmaba que ambos temas compartían los mismos acordes de guitarra en estribillo (incluso el propio Sheeran habría llegado a fusionar ambas canciones en algún concierto), pero el tribunal consideró las afirmaciones de Sheeran quien defendía que se trataba de bloques comunes, piezas que "han estado disponibles gratuitamente durante cientos de años”. 

Algo parecido por lo que Led Zeppelin fueron absueltos de la demanda del grupo estadounidense Spirit, quienes argumentaban que la introducción de su tema instrumental Taurus (1968) era igual a la de Stairway to heaven (1971) del grupo de Robert Plant y compañía. Lo cierto es que Led Zeppelin fue teloneros de Spirit en los comienzos de la banda en 1968 y 1969, en alguna de sus primeras giras por Estados Unidos, por lo que cabe la posibilidad de que Led Zeppelin hubiera escuchado la canción de Spirit antes de escribir Stairway to Heaven. Atendiendo a la cantidad de saqueos intelectuales que se atribuyen a los Zeppelin (y que repasaremos en la parte II de esta entrada) nadie hubiese pestañeado, pero el tribunal no lo consideró así, y se quedaron con la copla de los abogados defensores de la banda británica quienes alegaron que la progresión de acordes en cuestión era muy común y que se llevaba usando más de 300 años.

Robert Plan y Jimmy Page por Jorgen Angel

No tuvieron tanta suerte Robin Thicke y Pharrell Williams contra los herederos de Marvin Gaye. Esta pareja un día cualquiera decidió que (Robin Thicke al habla) "Deberíamos hacer algo parecido a Got To Give It Up (de Marvin Gaye), algo con ese rollo. Entonces él se puso a tocar un poco y escribimos y grabamos la canción literalmente en media hora. La poníamos una y otra vez y cuando yo cantaba un verso él decía algo así como 'hey, hey, hey". Criaturillas. Dicho y hecho, porque...por lo que sea, su tema Blurred Lines acabó radiándose por medio mundo y siendo algo parecido a...Got to give it up (sorpresa). También por lo que sea, ambos debieron llegar a la conclusión de que había sido únicamente su talento el que los había llevado hasta ese punto, y no incluyeron al soulman en los créditos de la canción, por lo que (sorpresa) la familia Gaye les demandó. El reparto de la sanción obligó a Thicke a pagar 1,76 millones de dolares y a Williams 360 mil, mientras que como titulares de la empresa discográfica que compartíann se les obligaba a abonar 2,9 millones conjuntamente. Por no decir que, a partir de ahora compartirían el 50% los derechos de autor que genere la canción en el futuro.

Y es que...descubrir que grandérrimas canciones han sido construidas sobre temas de otros autores tiene su miga. En una etrevista de 2018, Quincy Jones, quien fuera productor de Michael Jackson en discos tan emblemáticos como Thriller o Bad, aseguró que "No quiero decirlo públicamente, pero Michael robó un montón de canciones. Por ejemplo, una parte del tema State of independence de Donna Summer para su Billie Jean. Las notas musicales no mienten, amigo. Era tan maquiavélico como se pueda llegar a ser. Avaricioso, amigo, avaricioso”. Lo que es cierto es que el bueno de Jacko tuvo bastantes encontronazos con el plagio (nota del editor: busquen la rocambolesca historia de Luixy Toledo y Exorcismo, aquí), aunque quizá el más llamativo fue el derivado de haber tomado el ritmo incluido durante ocho segundos en el tema Soul Makossa (1972) del músico camerunés Manu Dibango, para su Wanna Be Startin' Somethin' del disco Thriller. Lo gracioso del asunto, es que aunque Michael Jackson admitió haber utilizado un fragmento del tema de Dibango como pieza fundamental de su canción, y pagó por ello a posteriori, más tarde, en 2009, el músico camerunés volvió a denunciar a Michael Jackson... y esta vez a Rihanna, porque ésta había utilizado el mismo beat para su sencillo Don't Stop the Music, con el consentimiento de Jackson. Gloria. 

Michael Jackson y Quincy Jones por Bobby Holland

Otra de las historias míticas del "mal uso" de un trozo que no es tuyo, pero que adquieres para cortar y pegar creyéndolo bajo control, lo protagonizan The Verve y The Rolling Stones, y dice así. El antiguo mánager de sus satánicas majestades, Andrew Oldham, tuvo el antojo de crear un proyecto paralelo durante su estancia como dirigente de la carrera de los ingleses (entre 1963 y 1966), llamado Andrew Oldham Orchestra, en el que diversos músicos (incluidos los propios Stones) recreaban versiones de clásicos del pop. Entre los temas grabados, se registró una versión orquestal del tema The Last Time, que Jagger y compañía habían grabado en 1965, y que acabaría en un recopilatorio de singles llamado Out of our heads. Este tema no era original del todo, ya que se trataba de una “readaptación” de una canción gospel tradicional grabada en 1954 por los Staple Singers titulada (sorpresa) This May Be the Last Time, y cuya autoría se perdía en la historia de la música popular. Pero el inicio de lo que nos interesa comenzó en 1966, cuando por problemas derivados por el abuso de drogas, Oldham vendió sus derechos con los Rolling Stones a Allen Klein, incluidos por supuesto el material grabado por la Andrew Oldham Orchestra. Klein, quien atesoraba la imagen de uno de los mánager más camorristas de la historia de la música rock, estuvo con los Stones hasta 1970, año en el que sería despedido por sus malas artes y obligado a renunciar a gran parte del material que disponía de la banda (aunque lo recuperaría a posteriori). Gran parte, que no todo. Treinta y un años después, en 1997, la banda inglesa The Verve negoció con la discográfica Decca incluir en su canción The bitter sweet symphony un sample de cinco notas de la versión orquestal de The Last Time, grabada por la Oldham Orchestra. The Verve recibió la autorización de Decca (discográfica propietaria en esos momentos)...pero la canción todavía colgaba de Allen Klein quien se había hecho con todos los derechos de la banda durante la década de los años sesenta (1963-1969). Ante el monumental éxito del tema The bitter sweet symphony (que acabó siendo uno de los capitanes del barco del llamado Brit pop), Allen Klein demandó a The Verve, aludiendo que habían utilizado una porción más amplia de lo firmado. La tangana llegó hasta tal punto que The Verve prefirió dar el 100% de los derechos de la canción a Klein (ABKCO Records) antes de entrar en juicio ya que en su momento pensó que sería más barato (algo de lo que se arrepentirían) y porque, existían posibilidades de perder el juicio (Spoiler: una vez escuchen la versión original, entenderán que las opciones de perder el juicio eran amplias). El jueves 23 de mayo de 2019 Richard Ashcroft (líder de The Verve) publicó en Twitter que la banda The Rolling Stones había devuelto los derechos de Bitter Sweet Symphony a The Verve, parece que, de forma desinteresada. 

The Rolling Stones por Gered Mankowitz

Y ya que hemos abierto muy sutilmente el tema de la autoría popular y la propiedad intelectual con el The Last Time y su llegada desde los confines de la tradición oral, terminaremos esta primera parte con un pepinazo: La Macarena del grupo Los del Río. Se dice y se cuenta, que en una primera maqueta, Los del Río llevaron a los productores Manuel Soler y Jesús Bola una letra que nada tenía que ver con la serenata que nos amargaría la vida, creada sobre la base de una canción infantil que en la zona de Arahal y Morón de la Frontera se conoce con la letra Trabajando en las minas de pan duro. El mismo tema que en 1975 sirvió para que la banda Desmadre 75 (creadores del icono musical, Saca el güiski Cheli), firmara con el mismo ritmo la canción Tengo una pena. Pepinazo. Lo que acabó por conferir el aurea de turra máxima a la canción de Los del Río, y es posible que parte de su gancho sobre las masas más selectas, es que en tiempos de Franco, se popularizó una marcha excursionista que trotaba a ritmo de marcha que los marines de USA estaban popularizando en las bases de Rota, Morón de la Frontera y Torrejón de Ardoz, y a lo que Manuel Soler (uno de los productores de la Macarena) supo impregnar a la última y terrorífica versión.

Tened cuidado con lo que copiais y seguimos...en breve.

Podéis ir echando un ojo a la recopilación de parecidos…aquí.


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